El asalto al diario 'Barricada'
El Frente Sandinista intervino en octubre el diario, Barricada, su propio órgano, y expulsó al director, Carlos Fernando Chamorro, hijo de la presidenta Víoleta. El autor, disidente del sandInismo, critica a sus ex compañeros.
Los tambores tocaron a muerto el martes de octubre que el diario Barricada fue intervenIdo por decreto de la Asamblea Sandinista, el Comité Central del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), un decreto votado por unanimidad burocrática, a mano alzada, al estilo ancien régime ideológico, que tiene como la mejor prueba de la democracia, precisamente, la unanimidad.Tras la votación, el comandante Tomás Borge, a la cabeza de una comisión interventora, se presentó en las instalaciones de Barricada a notificar el decreto a los periodistas y trabajadores, a imponer al nuevo director, el comandante Lumberto Campbell, y a vigilar que la edición de esa noche se hiciera conforme los lineamientos oficiales. Es decir, a estala censura de prensa. Y toda la noche pasaron, censores y periodistas, discutiendo qué titular se pondría: si- el que el editor de turno había escogido o el que querían los censores.
Un día antes, Ernesto Cardenal había dicho adiós a ese FSLN cuya cúpula sigue empecinándose en la contemplación nostálgica del poder perdido, como si el poder no sirviera para otra cosa que el cúmplase porque yo lo ordeno. Las radios oficiales del partido hicieron caer a partir de entonces una copiosa lluvia de insultos sobre- la cabeza de Ernesto Cardenal, vendido a la burguesía- y al imperialismo. ¡Ernesto Cardenal!
El turno era ahora de Carlos Fernando Chamorro, que durante casi cuatro años había tratado de convertir a Barricada en un periódico serio y equilibrado, abierto a todas las opiniones, y donde la información profesional ocupara el espacio- de los discursos y los comunicados. Un periódico para tener lectores con ganas e interés de comprarlo.
Poco antes, durante la sesión en que se decretó el asalto, el comandante Daniel Ortega había dicho que la Barricada intervenida no iba a quedarse sin lectores; desde luego que los 300.000 inscritos para votar en las recién pasadas elecciones de autoridades de base del partido serían suficientes para comprar cada día el periódico.
Así, por un acto de magia matemática, Barricada, al pasar a ser un periódico de línea partidaria, sólo para lectores partidarios, más bien saldría ganando.
Y aún antes, la noche del lunes, mientras los periodistas de Barricada preparaban la edición del día siguiente, la radio Ya, que responde a la línea oficial del FSLN, comenzó a transmitir con gran alarde la información falsa de que las instalaciones de Barricada habían sido ocupadas vio1,entamente por los propios periodistas y los trabajadores para impedir la intervención *ya planeada para el día siguiente. Una portavoz de la juventud del partido llamó entonces a la radio para decir que ya se preparaban contingentes juveniles decididos a enfrentar a los revoltosos.
Y otra portavoz, esta vez del comité departamental de Managua, llamó para advertir que el FSLN no podría controlar a grupos de sandinistas que quisieran rescatar las instalaciones del periódico del partido.
Pero al día siguiente, de todas maneras, el diario Barricada sería rescatado por los poderosos ángeles guardianes de la verdad y quedarían así conjurados los perniciosos experimentos de periodismo libre y democrático. Y, además, quedaba en el aire la funesta advertencia de que para aplacar a los díscolos estaban listos grupos de choque de la juventud oficial del partido, debidamente descontrolados. Vieja, remorosa canción.
Renunció a su militancia en el FSLN el poeta Ernesto Cardenal en protesta por el autoritarismo y el dogmatismo. Renunciaron a su puesto de miembros del consejo editorial de Barricada el economista Alejandro Martínez Cuenca, el jurista Rodrigo Reyes Portocarrero y el sociólogo Emilio Baltodano Cantarero, en protesta por el asalto al periódico. Sacaron de su oficina de director a Carlos Fernando Chamorro. Renunciaron, también en protesta, los subdirectores Roberto Fonseca y Sergio de Castro. Muchos otros periodistas se preparan para irse, o se están yendo ya, porque su misión terminó, como ha terminado la época heroica de la revolución; de todas maneras, más temprano que tarde van a ser renunciados.
Muchos, muchísimos, no nos reconocemos ya en ese espejo. Ése no es el Frente Sandinista por el que todo lo dimos, unos más que otros, porque muchos dieron aun su vida. Quienes desde la cúpula lejana, cerrada a los sonidos del mundo y de la historia, imparten las órdenes unánimes para que se cumplan sin dilaciones, quizá tampoco están escuchando los martillazos con . que clavetean las puertas y ventanas que ellos mismos cierran, hasta el aislamiento y el silencio absolutos.
Un partido sin votantes, un periódico sin lectores. Hay que terminar votándose a uno mismo, leyéndose a uno mismo. Si al fin y al cabo, la verdad pura es exclusiva, no hay por qué compartirla entre muchos. Mientras menos iniciados, más segura la verdad oficial.
Hasta la derrota de siempre.
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