La otra cara de los asilos
El escritor Xabier Gereño afirma que las residencias dan más libertad a internos y familiares
Cuatro días después de morir su esposa, Xabier Gereño presentó una solicitud de admisión en la residencia de ancianos más cercana a su casa. Venció la oposición de sus dos hijos y de los amigos, y seis meses más tarde, con 66 años, se mudó a la pequeña habitación de la residencia, donde comparte su vida con otras 340 personas de una edad media de 86 años.Prolífico escritor en euskera, más de 70 obras entre novela, teatro y Métodos de aprendizaje del idioma, Gereño eligió una residencia de ancianos para ubicar su primer relato en castellano, y así contribuir a la defensa de los centros para la tercera edad. En Residencia Rochester, una guapa y ambiciosa enfermera decide trabajar en un centro de lujo para ancianos en Nueva York con la intención de encontrar un marido millonario. "Las residencias nos hacen más libres a los mayores y a nuestros hijos", dice el autor.
La idea de irse a vivir a una residencia le rondaba desde tiempo atrás. Cuando aún vivía su esposa, Begoña Bilbao, una mujer de valía tremenda, recuerda, llegaron a un acuerdo: cuando uno de los dos se quedara sólo dejarían el hogar familiar para ir a la residencia. "Conocíamos personas mayores que vivían con los hijos, y no era bueno ni para los jóvenes ni para sus padres", argumenta. "La convivencia con los abuelos es muy poética pero es práctica, acaban siendo un estorbo".
Desde hace tres años, Gereño vive feliz en la residencia Reina de la Paz, en el barrio de San Ignacio de Bilbao. Vestido con pantalones de cuero y una camisa roja de manga corta, vitalista y jovial, tiene el aspecto de quien se encuentra en el centro de visita. Aunque la relación con sus dos hijos casados es formidable", Gereño está convencido que de vivir con ellos se sentiría aislado. "Aquí entre más de 300 personas siempre encuentras amigos que pueden compartir tus preocupaciones", añade. "Vivimos mejor. Lasai, lasai (tranquilo), en euskera".
La relación de argumentos que Gereño esgrime a favor de las residencias es interminable... "Es muy triste quedarse sólo en casa, rodeado de recuerdos y, nostalgia, es un error", señala. "Al pasado tenemos que decirle adiós y seguir viviendo una nueva etapa en la residencia".
Gereño sonrie al recordar que en la cabeza de mucha gente los asilos son lugares lúgubres y oscuros por donde ronda la muerte. "Eso es cosa de las novelas de Dickens", dice. "Aquí la vida social y cultural es intensa. Surgen noviazgos y matrimonios, no sólo hay defunciones". La comisión de cultura, formada por los más interesados, organiza cerca de un centenar de actos al cabo delaño, una decena protagonizados por los mismos ancianos. En la Reina de la Paz no faltan recursos para atender a los residentes y responder a su demanda de entretenimiento. El salón de actos, con un buen piano sobre el escenario, dispone de pantalla gigante de vídeo por donde pasan a menudo películas y zarzuelas; la biblioteca está bien dotada de libros y recibe los periódicos locales y nacionales, las revistas del corazón y las de información general; la cafetería es amplia y sus precios reducidos, y en todas las plantas están abiertas las salas de estar con televisión. Las dependencias ion claras y funcionales.
Gereño defiende la apertura de nuevas residencias. "Deben ser centros creados por instituciones, que no dependan de un criterio de rentabilidad, donde entres con la seguridad de que podrán permanecer allí hasta el día de tu muerte y siempre bien atendido". La rentabilidad de estos centros trasciende del cálculo de ingresos y gastos, según las cuentas de Gereño, economista de profesión. "las instituciones deben tener en cuenta que se crea empleo", apostilla. "No son mal negocio y hacen felices a muchos mayores y a muchos jóvenes".
Gereño mantiene a pleno rendimiento su producción literaria. "Vivir aquí es una mina, para un escritor. Te sientas, te pones a hablar y no paras. Encuentras mucha inspiración".
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