Major niega una crisis conservadora tras su derrota en el Parlamento
Es difícil que Kenneth Clarke, ministro británico de Economía y Hacienda, pierda la sonrisa. Después de la derrota sufrida la noche del martes en la Cámara de los Comunes, que ha obligado al Gobierno a retirar la medida presupuestaria de subir el IVA en el gasóleo doméstico, Clarke reapareció ayer, optimista y seguro, dispuesto a redactar un nuevo minipresupuesto para salvar el agujero económico que ha quedado abierto. En su opinión, la derrota no pasa de ser un pequeño y desagradable revés y está lejos de provocar una crisis seria en el Partido Conservador. El propio primer ministro, John Major, en una entrevista por televisión, restó ayer importancia a su derrota e insistió en que seguirá al frente del partido al menos hasta el próximo curso parlamentario.
Sin embargo, la prensa británica dedicó ayer de forma unánime durísimos titulares al revés de Major, que aparece como un primer ministro cada vez más incapaz de llevar las riendas del país.
La gravedad de la derrota no reside en la pérdida de los 300.000 millones de pesetas que el Gobierno pensaba recaudar con el aumento del IVA en el gasóleo doméstico, y que saldrán de otra parte. El canciller del Exchequer dará a conocer hoy mismo en el Parlamento las alternativas que considera más oportunas para recuperar lo perdido.
'Eurorrebeldes'
En última instancia se trata de una cuestión política. Siete parlamentarios conservadores eurorrebeldes que estuvo a punto de hacer zozobrar la votación del nuevo presupuesto europeo a comienzos de la pasada semana, votaron en contra del Gobierno. Varios más se abstuvieron. Con un partido repleto de individualidades cualquier mayoría parlamentaria parece excesivamente pequeña, pero la de Major no lo es en valores absolutos.La medida disciplinaria tomada por el primer ministro contra los ocho diputados rebeldes -un noveno se les adhirió después- ha demostrado ser una peligrosa arma de doble filo y nadie duda de que en la derrota del martes hubo algún componente de venganza contra el Gobierno. Lo paradójico del caso es que el primer ministro se había mostrado partidario de retirar la medida del incremento del IVA a la vista del negro panorama parlamentario que afrontaba. Sólo la determinación de Kenneth Clarke y otros miembros de su Gabinete le decidieron a someterse a la dura prueba.
Más allá del humillante fracaso del martes, sólo comparable al sufrido en la votación sobre la ratificación del Tratado de Maastricht, el pasado año, se abre ahora un incierto futuro para el Gobierno conservador.
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