El oso y el madroño cambian de color
El símbolo de Madrid, en granito negro, se colocará ante el Museo de la Ciudad
Madrid tendrá en Nochebuena un oso y un madroño por cada millón y medio de habitantes. Por si el símbolo de Madrid, colocado desde 1967 en la Puerta del Sol, tenía demasiado trabajo al representar a tanto gato nativo o adoptado (ya somos tres millones y un pico, inmigrantes incensados aparte), el Ayuntamiento de Madrid ha decidido descargarle un tanto la labor con una réplica que dará fuste a la antesala del Museo de la Ciudad.La Mariblanca restaurada, otro de los convidados de piedra representativos de Madrid, quitó en 1986 su esquina original en el kilómetro cero (entre la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo) al úrsido de bronce encaramado para robar los frutos encarnados del madroño.
A partir del día 16 tendrá qué mirar desde la entrada de la calle del Carmen los cuartos traseros de un nobilísimo bruto sobre el que cabalga el mejor alcalde que, dicen, tuvo la ciudad de Madrid: Carlos III.
Unos días después el alcalde, José María Álvarez del Manzano, inaugurará otra escultura, ésta, de granito negro surafricano, que señalará la entrada al museo en la calle del Príncipe de Vergara.
El concejal de Obras, Enrique Villoria, explica que buscaban algo que señalase el edificio. "Queda un poco disimulado en la plaza", dice. Así que se decidieron por una variante de diseño (en el que ha colaborado el escultor Poblador) del oso (osa, dicen los que entienden de heráldica) y el madroño.
Se lo encargaron a los canteros muncipales hace un año. Todo queda en casa y se ahorran algunas pesetas. En las figuritas negras se gastarán entre tres y cuatro millones: material, transporte y el trabajo del pulidor, José Luis Lozano, un marmolista de Arganda que se ha encargado de darle el último repaso a la pieza.
Lozano explica que la piedra negra de los confines más meridionales de África no es mucho más cara que el granito madrileño. "Es un material bastante abundante y sale más o menos por lo mismo que otro de ese tono, pero de procedencia nacional", explica. Una vez pulido, el granito surafricano remeda el mármol de ébano. "Y el diseño es muy bonito", dice. "Para el que le guste". El pedrusco madrileño de Colmenar se queda para la base de la estatua, que elevará la altura del monumento hasta los 2,8 metros, aproximadamente. Bastante menor que su primo de la Puerta del Sol (415 metros), obra del escultor Antonio Navarro Santa Fe, que inauguró Carlos Arias Navarro.
El escritor Pedro Montoliú comenta que el madroño (por entonces muy común) entró en el escudo gracias a una disputa entre el concejo y el clero madrileños en 1222. Ambos estados se disputaban el derecho sobre árboles y pastos cercanos al antiguo alcázar. Algún émulo de Salomón repartió cortezas para los villanos, hierbas para los curas: el concejo alzó el oso pasante de su escudo hacia el madroño y el clero puso a pastar al suyo.
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