Un coche bomba siembra la muerte en el centro de Argel
"Había cuerpos que salían disparados como si fueran proyectiles: brazos, manos, piernas", aseguró un tendero del centro de Argel. Al menos 38 personas murieron y más de 250 resultaron heridas al chocar a primeras horas de la tarde de ayer un coche bomba contra un autobús ante la comisaría principal de la capital argelina. Este atentado, el más sangriento en los tres últimos años, fue obra de un presunto integrista suicida. "Creía que era un terremoto", dijo una secretaria mientras huía del lugar de la matanza. La calle fue rápidamente cortada. Llegar hasta el centro de Argel se convirtió en una verdadera carrera de obstáculos entre coches de la policía, bomberos y ambulancias. Mientras, la radio lanzaba llamamientos de socorro convocando a médicos y donantes de sangre a los hospitales más próximos.
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Un coche bomba causa 38 muertos y más de 250 heridos en el centro de Argel
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"Todo sucedió en un instante. Escuché la explosión. Salí a la calle. Vi una inmensa humareda levantarse hacia el cielo. La gente corría. Luego volví dentro", aseguró uno de los vecinos del bulevar Coronel Amirus mientras custodiaba su pequeño almacén, situado a poco menos de 50 metros del lugar donde estalló el artefacto. La mayoría de los muertos eran viajeros de un autobús de transporte público, contra el que se lanzó a primera hora de la tarde de ayer un vehículo cargado de explosivos. Entre los más de 250 heridos, unas 55 personas, en su mayoría mujeres y niños, presentaban graves lesiones que hacían temer que el saldo de 38 muertos pudiera verse elevado.
En el lugar del atentado apareció un inmenso cráter de cerca de dos metros de anchura y medio metro de profundidad. Era una fosa imaginaria donde quedaron enterradas las últimas víctimas de la violencia desatada en Argelia desde hace más de tres años.
Los restos calcinados del coche bomba, un Fiat blanco robado en la misma mañana de ayer de un barrio islamista de la capital, permanecían en medio de la calle. Estaban retorcidos, formando una masa compacta frente al edificio de la policía. Todas las ventanas habían sido arrancadas de cuajo y los muros del inmueble estaban manchados de sangre. Los trazos de la matanza llegaban hasta el tercer piso. El resto de la calle era una inmensa alfombra de cristales y vidrios de los locales vecinos. Habían pasado ya los primeros instantes de pánico y un cordón de policías, gendarmes y soldados había evacuado a gran parte de los vecinos del centro de la ciudad. "He caminado por encima de los muertos, de los brazos y las piernas de mis conciudadanos", lloraba una reportera gráfica de Argel. Quienes la hemos visto llorar tantas veces nos preguntamos de dónde saca las lágrimas.
La zona donde se produjo la explosión es un barrio comercial y de oficinas muy frecuentado por los habitantes de la capital argelina, ya que allí se concentran gran número de las sedes de los principales bancos y comercios, así como las oficinas centrales de Correos y la estación ferroviaria. En el momento del atentado, las 15.20 horas, los clientes abarrotaban bancos y tiendas para realizar las últimas compras antes del comienzo del Ramadán, el mes musulmán de ayuno y oración. La agencia France Presse informó de que en un primer momento se escucharon detonaciones de armas automáticas, aparentemente disparadas al aire.
Las autoridades argelinas no ofrecieron ayer un comunicado oficial hasta tres horas después del atentado. Al mismo tiempo que se hacía pública la matanza, la televisión argelina difundía las primeras imágenes del atentado.
Los servicios argelinos de seguridad atribuyeron la matanza a una banda de "criminales", expresión que utilizaron ayer por primera vez para referirse a los grupos islámicos armados. "Ha sido un crimen bárbaro (...) el acto de terrorismo ciego confirma que el ataque se dirige contra todo el pueblo", se afirmaba en un comunicado gubernamental difundido anoche.
Éste es el atentado más grave que se produce en Argelia en los últimos años, ya que dobla con creces el número de víctimas del ataque que se produjo en el aeropuerto de Argel en agosto de 1992, cuando la explosión de una bomba causó nueve muertes.
La primera señal de alarma había sonado el pasado 11 de octubre. En una misma mañana y en diversos puntos de la ciudad estallaron cinco coches bomba. Entonces no hubo víctimas. Sólo un comunicado del Grupo Islámico Armado (GIA), la organización integrista más radical de Argelia, en el que anunciaba que la próxima vez iría en serio. Ayer fue la próxima vez.
Todo sucede en una Argelia que pensaba tener esta noche los ojos puestos en el cielo, esperando la aparición de la luna para atisbar el inicio del mes sagrado del Ramadán. "Pero es tan difícil mirar hacia arriba cuando los muertos están abajo", musitaba un argelino.
Poco antes, el tribunal especial para asuntos de terrorismo de Argel había dictado la absolución de Okba Madani, hijo del presidente del Frente Islámico de Salvación (FIS), juzgado por tenencia de explosivos y como presunto responsable de una organización armada. Mientras el hijo de Abassi Madani sonreía y abrazaba a los abogados en el Palacio de Justicia de Argel, se ultimaban los detalles de la matanza que conmovió la comisaría central de la capital. Así es la espiral de la violencia en Argelia, que se ha cobrado ya más de 20.000 muertes en los tres últimos años.
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