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El Sevilla teme al Valencia

Salenko logra el empate y se desnuda para reclamar un penalti

Un punto y gracias. El partido del miedo acabó en tablas. El Valencia sacó provecho en Sevilla de la buena imagen ofrecida en Madrid hace cuatro días en la Copa del Rey; fue capaz de atemorizar a su rival antes de saltar a la hierba, y a punto estuvo de ganarle jugando sólo con 10 hombres durante 74 minutos de partido.El Sevilla planteó el partido temeroso de un equipo al que fue capaz de derrotar en Mestalla, pero que llegaba con vitola de haber arruinado la Copa al conjunto de moda, el Madrid. Aragonés volvió a trastocar su sistema, como hiciera frente al Betis, y a punto estuvo de costarle otra derrota casera. Sólo la jugada de gol supuso acción de peligro ante Zubizarreta. Los contrataques de Salenko, sin embargo, acabaron haciendo mella hasta en la afición rival: "Después de todo, un empate no está mal, porque si pita el penalti de Unzué, perdemos", se comentaba a la salida del estadio.

El rubio delantero ruso del Valencia dribló a Unzué a tres minutos del final. Del regate salió en desventaja, pero el choque con el portero sevillista fue claro. El árbitro miró a otro sitio, y a Salenko no se le ocurrió otra forma de protestar que la de desnudar su torso y arrojar la camiseta al césped. La acción le costó la tarjeta amarilla.

El miedo inicial de ambos se tomó a partir del minuto 16. El árbitro no señaló una entrada sobre Cortijo; el balón llegó a Poyatos y Bango le cargó para frenar su avance y la posibilidad de contrataque. La falta, exenta de violencia, fue contestada por el centrocampista valenciano con una patada descarada al rostro de su adversario.

La expulsión hizo al Valencia más reservado. Estrechó el espacio entre líneas; se hizo dueño del balón y del tiempo de juego, y agotó el periodo hasta el descanso. El conjunto sevillista no fue capaz de meter presión a un rival en inferioridad numérica. Y la afición se conformaba con cantar los goles del Albacete, prometiéndose que contra diez su equipo ganaría.

El Sevilla sólo se atrevió a llegar con artillería suficiente para desbordar la cobertura valencianista en los cinco primeros minutos del segundo periodo. Dos llegadas y el gol fue su balance.

Moacir, discreto en su reaparición, y lento como siempre, puso un toque de distinción en lo ofrecido hasta ahora en Sevilla. Su centro, suave, medido para dejar en evidencia la salida de Zubizarreta, dio posibilidad a los fotógrafos a disparar a discreción sobre el remate del croata Suker.

La alegría duró escasamente tres minutos. Salenko se encargó de robarle la posición a Prieto, provocar su derribo, y engañar a Unzué desde los 11 metros. Sólo el presunto penalti sobre el ruso pudo romper las tablas.

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