Las últimas noches del "rai" en Orán
La violencia se desplaza al oeste y amenaza con invadir la ciudad argelina más próxima de España
"Usted es un espía", me repetía a gritos un policía, vestido de paisano, mientras agitaba, su dedo índice frente a mi rostro, con gesto amenazador. Tayeb el conductor del taxi, había tenido peor suerte: nada más descender del vehículo, ya había recibido dos golpes en el mentón y un hilillo de sangre fluía entre la comisura de sus labios. La lluvia de reproches y amenazas nos impedía justificarnos. Minutos después, en la comisaría de Arzew, se aclararon las cosas. Comprendieron que lo único que yo quería era escribir un reportaje sobre Orán, la ciudad argelina más próxima de España.Las cataratas de acusaciones se convirtieron en excusas. El inspector acabó apretando la mano del conductor atemorizado cuando abandonamos las, dependencias. Minutos antes, rodeado de otros policías, el inspector me había justificado su nerviosismo, explicándome que la Planta de Gas de Arzew -a unos 40 kilómetros al este de Orán- es uno de los puntos neurálgicos y estratégicos de Argelia, no sólo porque alberga el puerto metanero más importante del Mediterráneo, sino porque allí trabajan más de 1.200 extranjeros, incluidos 27 españoles.
El resto del trayecto hasta Orán lo hicimos solos. Los cinco vehículos policiales que nos habían custodiado en los últimos kilómetros, cuando nos encontraron en una de las puertas de acceso a la planta de gas, se quedaron frente a las dependencias policiales de Arzew. Es una anécdota que muestra el grado de tensión que se ha empezado. a vivir en el oeste de Argelia, en la región de Orán, hasta hace pocos meses uno de los refugios más seguros frente a la violencia, que avanza desde Argel. La muerte ha empezado a pasearse por la región.
Todo se inició hace ahora un año, también en un mes sagrado del Ramadán. El primero en caer, fue el escritor Abdelkader Alula, director del Teatro Nacional de Orán. Murió asesinado a tiros muy cerca de su domicilio, en el número 19 de la calle de Mostaganem, en la misma avenida en la que hace muy pocos días acaba de ser asesinado el productor, compositor e intérprete de música rai Rachib Baba. Su negocio, Edition Medi Music, en el número 93, tiene aún las puertas cerradas y en el suelo ya no quedan rastros de sangre. Entre el asesinato de Alula y de Rachid Baba todo el mundo recuerda en Orán otra muerte violenta: la de Cheb Hasni, el cantante de rai más conocido y popular después de Cheb Jalled. Fue el 29 de noviembre, frente a su casa en la calle de Yellat Habib, en el barrio de Gambetta. El último en caer ha sido el periodista Yamel Eddine Zaiter, redactor del Yumhuria, tiroteado en las puertas del cementerio de Gdye, en las afueras de la antigua ciudad española.
"Entre la muerte de Alula y la del periodista Zaiter hay una sutil línea Y una perfecta coherencia. Todas las víctimas del terrorismo caídas en Orán formaban parte del mismo frente. Todos ellos militaban en favor de una cultura popular", afirma, el director, actor y sociólogo Azri Ghauli, de 45 años de edad, superviviente de la compañía de Alula. Él, como todos; sus compañeros de teatro, se siente amenazado de muerte. Pero quiere quedarse en Orán.
La agresión contra la cultura, popular no es algo nuevo en Orán. Se inició ya en la década de los años setenta, cuando el ex partido único Frente de Liberación Nacional trató por todos los medios de diabolizar la música rai, la máxima expresión popular en la región de Orán, tildándola de obscena y marginándola de los circuitos oficiales. Los integristas no han hecho otra cosa que retomar ese discurso, afirma Ghauli.
Los últimos en partir fueron Cheb Fadella y su esposo, Cheb Sahrahui, un duo de la musica rai. Abandonaron Argelia en diciembre Argelia, llevándose a sus tres hijos. Antes de partir, Fadella, la última cantante de rai se paseaba por la ciudad disfrazada de islamista, aseguran sus amigos.
Pero ni los integristas que viven en el barrio de Les Planteus, ni los de la Escalera han logrado silenciar Orán. Las discotecas de la Cornisa han vuelto a abrir sus puertas por la noche. Las pistas de baile se han llenado de gente. Es Ramadán. No se sirve vino ni alcohol, sólo té, limonada y pastelitos de almendras. La chabia. Allí se continúa escuchando el ritmo melódico y dulzón de Cheb Hasni, el penúltimo asesinado. Es como una ceremonia. Juntos en la pista danzan niños en edad de guardería y jóvenes minifalderas. Es la otra Argelia. La que ha decidido quedarse.
También ha decidido quedarse en Orán su obispo, Pierre Claverie. Nacido en el barrio capitalino de Bab el Ued, es el máximo responsable de la diócesis y uno de los puntales de la Iglesia católica en Argelia. ¿Quedarse o partir? Éste es el título de su último artículo, escrito en Le Lien, portavoz de la comunidad cristiana de la región.
"Nos quedamos como Iglesia. Nuestro compromiso es con la sociedad argelina. Pero cada uno de los miembros de la comunidad debe decidir por sí mismo. Aquí no cabe argumentar, una supuesta obediencia a sus superiores", afirma con contundencia el obispo en su despacho de Orán, minutos antes de que se ponga el sol y el almuédano anuncie desde lo alto del minarete el fin de una jornada de ayuno.
La comunidad católica de Orán, configurada meses atrás por 80 religiosos, se ha visto muy reducida en los últimos meses. Una cuarta parte ha partido. El asesinato de los cuatro padres blancos, en Tizi Uzu, las pasadas Navidades, fue sólo una gota más. La decisión se había ido configurando meses antes.
También quieren partir los restos de una comunidad española. El cónsul Jorge Romeu, el último de la Unión Europea en el oeste de Argelia, está profundamente preocupado por su colonia, configurada por 105 personas. Pero lo más angustiante es la situación de nueve familias, para las cuales trata de buscar refugio y casa en España. El resto, hasta 17, acabarán también yéndose. Ellos también dejarán Orán.
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