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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Increíble Alfredo Kraus!

No apareció en el ensayo general de La Traviata nada menos que la mismísima Dama de las Camelias, que debía ser, la americana Cheryl Studer. Se quedó así el super Alfredo-Germont-Kraus, compuesto, pero no sin novia, pues la mantuana Fiorella Buratto, que debía alternar con la Studer, evidenció su condición protagonista, tanto por el frescor y la belleza de su voz joven y atractiva, como por la expresividad musical y teatral puestas al servicio de una musicalidad refinada. Virtudes todas que se avienen, a las mil maravillas, con las propias de Alfredo Kraus, maestro en las aulas y en la escena, vencedor del tiempo y ejemplo histórico de un espléndido Alfredo de 67 primaveras. Increíble.La Traviata es una de esas consecuciones verdianas en las que, como decía Óscar Esplá, se mostraba intensamente ardoroso, pero sin que el nervio de su música se contaminara por el morbo romántico. Quiere decirse que las estructuras escénicas y musicales de la obra son fuertes, se plasman en formas concretas y dejan muy lejos la excesiva servidumbre anterior a la mera exhibición vocal.

La Traviata

Música: Giuseppe Verdi. Texto: F. M. Piave. Dirección musical: A. Zedda. Dirección escénica: N. Espert. Escenografía: E. Frigerio. Figurines: F. Squarciapino. Luz: B. Boyer. Coreografía: S. Távora. Orquesta y coro titulares.Coproducción de la Scottish Opera y Teatro de la Zarzuela. Madrid, 11 de marzo.

Resultan admirables ciertos apuntes dramáticos, simples y efectivos, que Verdi introduce en sus pentagramas a modo de acción anímica: la inquietud en la escena del juego, el contraste entre vida y muerte en el acto final, la rara invención de esa suerte de nana para mayores que Germont, padre, dedica a su hijo en Di Provenza il mare. Y es prodigiosa la estructura dramática y desolado casi todo el final, con la culminación en el adiós al pasado.

El viejo Germont encontró también un noble intérprete en el barítono genovés Roberto Servile y todo el conjunto funcionó con ágil profesionalidad, con nota especial para el coro (Antonio Fauro) y la ambientación cómoda y sin grandes novedades de los escenarios de Frigerio, los trajes de Squarciapino y la regie de Nuria Espert. Bien conocido es aquí el maestro Alberto Zedda, garantía de una buena marcha y un aceptable equilibrio, con una calidad media que a veces se eleva a regiones de la más exigente belleza.

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