El Añorga birló al Oroquieta el trofeo del Día de la Mujer
Fue un partido cantado, en el que ocurrió lo que tenía que ocurrir. Porque resulta que al equipo del Oroquieta le ha salido un enorme grano que responde al nombre de Añorga. Hace menos de un mes el cuadro vasco le birló, en el mejor sentido de la palabra, la Liga. Ayer con dos goles, le dejó sin uno de esos trofeos de los que gusta presumir, el que conmemoraba la Tercera Semana de la Mujer.
El fútbol, como algún que otro brandi, siempre ha sido cosa de hombres. Pero los tiempos cambian una barbaridad. Y tanto han cambiado que en la Tercera Semana de la Mujer organizada por la Dirección General del Gobierno regional, uno de los platos fuertes ha sido, precisamente, un partido de fútbol, para el que difílcilmente podían haberse buscado mejores protagonistas, el Oroquieta y el Añorga, y mejor escenario, el Estadio de la Comunidad de Madrid, La Peineta.
Estuvo pastoso el Oroquieta. Respiró mientras aguantó Victoria. Ni un minuto más. El equipo parece sufrir una peligrosa dependencia de su capitana, quizá conscientes el resto de compañeras de que es, sin lugar a dudas, la mejor jugadora española.
Cuidar el balón
Y por ahí se le empezó a ir el partido al Oroquieta, que se hartó de hacer algo impropio de un equipo de su categoría: maltratar el balón. Y éste, en vista de los hechos, decidió aliarse con el equipo que más le cuidó, el Añorga.
Además, al Oroquieta le sobró campo. Acostumbrado a sus jugadoras a actuar en su pequeño terreno arenoso de Villaverde, el césped y las Iongitudes de La Peineta se les hicieron insoportables. Nunca estuvo a gusto el conjunto madrileño. Corrió, cierto. Pero no consiguió que lo hiciera el que lo tiene que hacer, el balón, un elemento clave para diferenciar el fútbol del atletismo.
Todos los disparos a puerta del Oroquieta, que fueron seis, llevaron la misma firma, la de Victoria. Cualquiera de ellos pudo hacer daño. Pero no fue así. El marcador del Oroquieta no subió de cero.
El Añorga, flamante campeón de Liga, se limitó a esperar su oportunidad. Y aprovecharla como hizo Agurtzane, su mejor jugadora. El resto del partido fue, para las jugadoras vascas, coser y cantar. Galarraga marcó el segundo gol.
Las 1.000 personas que acudieron a La Peineta pudieron comprobar, si no lo habían hecho ya, que el fútbol no sabe de discriminaciones. Se quedaron, eso sí, con las ganas de ver triunfar a su equipo, el Oroquieta. Pero disfrutaron de un espectáculo al que sólo le faltó que el equipo madrileño hubiera estado a la altura de las circunstancias, cambiando su mustia cara por otra más estética. Ocurre, sin embargo, que la pobreza acaba por pasar factura incluso a los equipos a los que les gusta el fútbol de verdad. El Oroquieta, por ejemplo.
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