Operación Gran Halcón
El proceso contra Totó Riina se apoya en una minuciosa reconstrucción del atentado contra el juez Falcone
La Magistratura de Caltanissetta (Sicilia), competente sobre el asesinato del juez Giovanni Falcone, considera razonable que la Mafia tuviera la connivencia de políticos al decidir un atentado que incidió fuertemente en una coyuntura agitada por la crisis de los partidos tradicionales, azotados por la corrupción e incapaces en aquel momento de elegir un presidente de la República en sustitución de Francesco Cossiga, que había dimitido. Por ello prosigue la investigación para establecer esas eventuales conexiones. El proceso iniciado en Caltanissetta se refiere sólo al planteamiento estrictamente mafioso del crimen.El juicio iniciado el pasado martes se basa, de hecho, en una minuciosa reconstrucción de los preparativos y de la ejecución del atentado, que ha permitido identificar y detener a la mayoría de los 15 componentes del comando, a sus colaboradores y a los jefes mafiosos que ordenaron realizarlo. Entre todos, suman 41 acusados.Durante la Operación Grande Falco (Gran Halcón), que parte de 43 colillas analizadas con la ayuda del FBI, halladas en el lugar desde el que se ejecutó el crimen, los investigadores lograron la colaboración de tres arrepentidos miembros del comando que facilitaron hasta la reconstrucción de aquella jornada de abril de 1992 en la que la Mafia decidió asesinar a Falcone."A ése hay que romperle los cuernos", se dice que dijo Riina, considerado en el proceso de Caltanissetta como el principal promotor del atentado. Hay indicios de que el gran jefe de Cosa Nostra se comprometió en los preparativos. Su cuñado, Leoluca Bagarella, facilitó el explosivo, que pesaba "entre 500 y 550 kilos", según datos del proceso, "de los que unos 400 eran de tritolo, y el resto, de explosivos de uso civil y de una decena de kilos de plástico".
Riina metió, además, en el comando operativo a su chófer, Salvatore Biondino, quien fue el encargado de informar por primera vez a los otros miembros de la cúpula del proyecto. También Giovanni Brusca, el joven que accionó el disparador, es un fiel soldado del clan de los Corleone.A primeros de mayo de 1992, en una casa de campo prestada por Santino di Matteo, uno de los tres arrepentidos, los citados y Pietro Rampulla, el artificiero prestado para la operación por Nito Santapaola, el jefe de la Mafia de Catania, probaron sobre bombillas de flash de un solo uso el telemando cedido por Salvatore Sbeglia, un rico constructor de Palermo. Tanto Bagarella como Brusca y Sbeglia, siguen fugitivos. El punto del municipio de Capaci donde se realizó el atentado fue elegido porque en él se encontró el pequeño canalón de desagüe de la autopista a través del cual se podía introducir el explosivo que haría saltar el coche de la víctima en tránsito desde el aeropuerto de Punta Raisi hacia Palermo. El 8 de mayo de 1992 fue un día clave. Por la mañana, un nutrido grupo de mafiosos, en su mayoría buscados por la policía, realizaron un ensayo general en el lugar de los hechos. Unos se apostaron con el telemando en la chabola de Giovanni Battaglia, situada sobre una ladera que domina el punto elegido de la autopista. Otros, entre los que figuraba Salvatore Cancemi, también arrepentido, recorrieron en coche a gran velocidad el tramo de autopista, simulando ser el objetivo. Bagarella, Biondino y Giocacchino La Barbera, el tercer arrepentido, se colocaron en la línea del canalón con lámparas de flash y un receptor del telemando. La prueba fue un éxito. A las nueve de la noche del mismo 8 de mayo se trasladó el explosivo. Bagarella en persona vigiló la operación armado de un Kaláshnikov, por si hubiera algún encuentro desagradable con los carabineros. Biondino y Battaglia llevaban dos pistolas Magnum 357. Acostado sobre un monopatín, que Rampulla manejaba con una cuerda, Antonino Gioé, que el año pasado se suicidó en la cárcel, entró y salió del canalón para colocar el explosivo.
Giusto Sciarabba, un mafioso de la banda de Raffaele Ganci, vigilaba en Roma a Falcone cuan do, a las 9.00 horas del sábado 2 de mayo de 1992, el magistrado informa por teléfono a Gitiseppe Costanza, su chófer en Palermo que, llegaría a la capital siciliana esa tarde a las 17.45 horas. Falcone advierte paralelamente a la CAI, una empresa de vuelos privados utilizada por los servicio secretos italianos, propiedad e parte de Giuseppe Ciarrapico, hombre ligado al ex primer ministro Giulio Andreotti, de su proyecto de viaje. A las 15.30, la CA pasa el plan de vuelo al aeropuerto de Ciampino, en Roma, sin revelar la identidad de los pasajeros. las 16.30, los dos coches blindado de la Policía de Palermo que dar escolta al juez llegan a Punta Raisi, el aeropuerto palermitano.
Un cuarto de hora después Raffaele Ganci, propietario de una carnicería situada frente domicilio de Falcone en Palermo advierte que el coche blindado del magistrado sale del garage. Calogero y Domenico, los dos hijos de Ganci, le siguen en moto hasta la entrada de la autopista del aeropuerto. El juez despega al filo las 17.00 horas. Brusca se sitúa e la chabola, con el telemando y unos prismáticos. Otros colocan receptor junto al desagüe cargado de explosivos; otros despliegan la vigilancia.
Falcone aterriza en Punta Raisi a las 17.43. Cinco minutos de pues, seguramente en cuanto juez se dejó ver, Giovan Battista Ferrante, mafioso apostado en aeropuerto, llama con su celular al de La Barbera y habla con éste durante 10 segundos. La Barbera se encuentra en una vía paralela la autopista. A las 17.49 conecta con el celular de los apostados e la chabola y habla con ellos durante seis minutos, mientras mantiene su coche a la altura del de Falcone, que corre a 140 kilómetros por hora por el carril del centro. A las 17.55, el coche de La Barbera se aleja de la autopista Un minuto y 48 segundos después, Giovanni Brusca acciona telemando. La explosión cogió lleno al coche de escolta y no del magistrado. Tres policías murieron en el acto. Murieron también Falcone y su mujer, Francesca Morvillo.
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