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El gran europeo que se va

HELMUT KOHLEl canciller Helmut Kohl rinde homenaje a la cooperación entre Alemania y Francia durante los 12 años y medio en los que ha compartido con el presidente Francois Mitterrand el eje indispensable e irremplazable, de la construcción de una Europa unida.

Un gran europeo deja las funciones de presidente de la República Francesa. François Mitterrand y yo hacemos balance de una colaboración que se inició con mi elección como canciller de la República Federal de Alemania, el 1 de octubre de 1982, y que suscita en mí un sentimiento de gratitud. Doce años y medio. Nunca en la historia contemporánea los más altos mandatarios de nuestros respectivos países habían desempeñado juntos sus funciones durante tanto tiempo. Este periodo estuvo marcado por una intensa cooperación al servicio de la amistad franco-alemana y de la integración europea: una cooperación que demostró ser excelente con todos los primeros ministros y todos los Gobiernos. Uno de mis primeros actos oficiales en la escena internacional fue visitar a Mitterrand, en octubre de 1991, en París y, poco tiempo después, fui yo quien le recibí en Bonn, con ocasión de las tradicionales consultas franco-alemanas. En aquella época, evocamos también Verdún, ese lugar golpeado por el destinocuyo nombre entró en la historia común de Francia y de Alemania como la encarnación misma de una tragedia compartida. En 1940, Mitterrand resultó herido allí siendo soldado y mi padre vivió allí los horrores de una lucha funesta durante la I Guerra Mundial. Este recuerdo emocionante nos unía, y fue una de las razones de nuestro encuentro algún tiempo después en el fuerte de Douaumont, donde nos dimos la mano ante un ataúd cubierto por las banderas francesa y alemana. ¿No adquirieron aquel día un nuevo significado las palabras de Charles Peguy: "Madre, éstos son tus hijos que tanto lucharon entre ellos?"En Verdún, François Mitterrand y yo declaramos: "La unificación de Europa es nuestro objetivo común, para el cual trabajamos en el espíritu de la fraternidad". Desde el primer momento, consideramos que la cooperación estrecha entre nuestros dos países constituía un motor a la vez indispensable e irremplazable para la construcción de una Europa unida. Los vigésimo y vigésimoquinto aniversarios del tratado de cooperación franco-alemana del 22 de enero de 1963 se insertaron en ese contexto, y se convirtieron también en fechas importantes para Europa. Poca gente recuerda hoy que fue con ocasión de uno de estos aniversarios cuando el presidente Mitterrand pronunció su gran discurso del 20 de enero de 1983 ante el Bundestag.En mi opinion, no hay ninguna duda de que los acontecimientos que tuvieron lugar en Europa en los años 1989 y 1990 -en particular la reunificación de Alemania- no habrían sido posibles si, la Alianza Atlántica no hubiera dado muestras de firmeza en 1983 en la cuestión del despliegue de los nuevos misiles nucleares de alcance medio. En ese aspecto desempeñó un papelesencial la solidaridad de Francia, solidaridad que Françoís Mitterrand expuso ante los diputados alemanes y que justificó con una claridad cartesiana al atribuir toda la responsabilidad a la Unión Soviética, obligada así a dar una explicación.

A causa de los nuevos sistemas de armas soviéticas y ante la perspectiva del equilibrio de fuerzas que había que garantizar, se trataba para él realmente de "la condición necesaria para no instalar las armas previstas por la doble decisión de diciembre de l979". ¿Pero qué pasaba con este equilibrio de fuerzas? Él lo definió con esa fórmula sucinta que pronunció en otra ocasión: "El pacifismo está en el Oeste, y los misiles de alcance medio están en el Este". En los difíciles debates políticos que marcaron el año 1983, la actitud inequívoca adoptada por François Mitterrand resultó ser un apoyo de los más valiosos, tanto para la Alianza como para el Gobierno federal alemán.

La solidaridad que nos unía en las cuestiones de defensa, y su dimensión europea, caracterizaron también los acuerdos franco-alemanes firmados con ocasión del vigésimoquinto aniversario del Tratado del Elíseo. En enero de 1988, Frano;ois Mitterrand y yo no sólo concluimos el protocolo adicional de ese tratado, por el cual Francia y Alemania crearon un consejo franco-alemán de defensa y de seguridad, sino que también decidimos establecer una brigada franco-alemana.A esto se añadó en 1991 la decisión relativa al Cuerpo de Ejército Europeo. Interpreté el hecho de que François Mitterrand invitara el año pasado a unidades de este nuevo cuerpo -que ahora se compone de soldados de cinco. naciones- a participar en el desfile del 14 de Julio en París, ante todo como una profesión de fe impresionante del presidente de la República Francesa en pro de la idea de una defensa europea. En efecto, sin política de defensa común, y en último término, sin una defensa común, la Unión Europea seguirá estando incompleta."Preparemos por fin el momento en que Europa, dotada de un poder político central, decida por sí misma los medios para su seguridad". Éste fue el llamamiento que François Mitterrand lanzó el 25 de marzo de 1987, exactamente 30 anos después de la firma de los tratados de Roma. Por primera vez, la bandera europea ondeaba en los Campos Elíseos y, por primera vez, el himno europeo sonaba bajo el Arco del Triunfo. Comenzaba una nueva aurora para la Comunidad Europea. Portugal y España habían ingresado en ella y, a principios del año 1987, entró en vigor el Acta Unica Europea, que fortalecía las instituciones de la Comunidad y preveía la conclusión del gran mercado único antes de finales de 1992. ¡Qué cambio en comparación con. la euroesclerosis de los años 1981 y 1982!

La revitalización de la Comunidad Europea contribuyó de manera decisiva a la victoria de la libertad en la revolución europea de los años 1989 a 1990. Ni Mitterrand ni yo habíamos previsto ese vuelco histórico, y aún menos la fuerza y la velocidad de estos acontecimientos. Sin embargo, cuando se produjeron, dimos la única buena respuesta posible: lo que el momento dictaba no era una renaciorialización de la Comunidad Europea -como algunos siguen pensando hoy-, sino más bien su desarrollo para convertirla en una Unión Europea.Los que -como los detra tores de la filosofía de integr ción de un Jean Monnet o un Robert Schuman- hubieran basado la legitimidad de CE en primer lugar sobre el estereotipo hostil del imperialismo soviético podían pensar que la Comunidad había que dado obsoleta como institución supranacional. ¡Pero que forma tan equivocada de ver las cosas! "El nacionalismo la guerra", exclamó el presidente Mitterrand el pasado de enero en Estrasburgo dirigiéndose a los pueblos en Europa, y hoy en Europa r faltan las fuentes de peligro antiguas o nuevas, ni los ataques a nuestros ideales basados en el cristianismo y la filosofía de la Ilustración, y no sólo en la periferia de nuestro continente.

Con este espíritu, François Mitterrand y yo hemos iniciamos en la primavera de 195 -una época de euforia donde la gente creía más en la paz eterna que en una discordia continua, y todavía menos e una nueva guerra- la preparación del Tratado de la Unió Europea. Cuando los jefes de Estado y de.Gobierno de la CE volvieron a ocuparse del proyecto en Dublín, declararon de manera explícita que tení "una importancia crucial para proseguir los actuales avances destinados a crear un marco fiable para la paz y la seguridad en Europa". Hace mucho tiempo que comprendimos lo sabias que eran estas palabra y lo equivocados que eran Ios cantos de las sirenas euroescépticas.

El ejercicio del poder por los Estados nacionales soberanos no es un sistema que hay tenido éxito en Europa, y los intentos de asentar la paz únicamente en una cooperación intergubernamental y en alianzas cambiantes han fracasadao. La seguridad no se obtiene llevando a cabo acciones aisladas, que siempre constituye un riesgo, ni tampoco una política de equilibrio necesariamente inestable. Para seguir siendo estable y capaz - de a tuar en la escena política mundial, Europa necesita no sólo la unión monetaria, sino también la unión política, único marco que permite a los países miembros salvaguardar de mi nera eficaz sus intereses nacionales.

François Mitterrand y y estábamos de acuerdo en todo estos puntos. Esta similitud d puntos de vista alimentó durante 12 años y medio una colaboración entre Francia Alemania todavía inigualada que se ha consagrado a la idea europea. Frangois Mitterrand contribuyó de manera decisiva sentar las bases de la unió política europea creada por el. Tratado de Milastriclit. El nos ha legado esta obra de paz: ahora nos toca a nosotros con cluirla.

Helmut Kohl es canciller de la República Federal de Alemania.

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