"Las acusaciones son absurdas y disparatadas"
El cerco contra José Barrionuevo se cierra, pero el que fue ministro del Interior en la etapa de los GAL sigue negando la mayor, esto es, las crecientes acusaciones que pesan contra él por presuntas implicaciones con la banda terrorista. Ayer calificó de "absurdas y disparatadas" las acusaciones que le ha dirigido el ex jefe superior de Policía de Bilbao, Miguel Planchuelo, que le ha implicado ante el juez Garzón en el secuestro de Segundo Marey en diciembre de 1983 como director de la operación. Es más, dijo ayer que apenas le conocía. "Quizás en algunas de mis visitas a Bilbao le he dado la mano y he intercambiado alguna palabra, pero de cortesía en alguna visita, casi siempre por motivos trágicos, y no recuerdo haber tenido en aquellos años ninguna relación".Planchuelo no es Amedo Su grado de credibilidad como jefe superior de Policía de Bilbao, en la etapa de los GAL, es mayor. Ayer, Barrionuevo, como toda respuesta a la pregunta del porqué de su confesión, se limitó a especular sobre la fragilidad humana. Dijo que "si eso ha sucedido como comentan, todo el mundo puede juzgar sobre la fragilidad de la condición humana". Y que si lo declarado por el ex jefe policial de Bilbao sirviese para procesarle, "sería injusto que lo hicieran por cosas" que el ex ministro afirma que no ha hecho.
Barrionuevo, cuando reventó el escándalo de los GAL el pasado mes de diciembre con las declaraciones de Amedo y Domínguez, pasó a la ofensiva política y jurídica. Argumentó que estaba sufriendo un proceso paralelo de denuncias en los medios de comunicación contra su persona y sus colaboradores más inmediatos en su etapa de ministro sin que pudiera defenderse. El ex ministro se ofreció al juez Garzón para declarar, pero la respuesta fue que, en aquel momento, no había nada contra él.
Barrionuevo, en un primer momento, trató sin ningún pudor de jugar con la complicidad social que en España ha habido con los GAL. Buscó el apoyo de su partido, el PSOE, y el del primer partido de la oposición. Consiguió, en el inicio del escándalo en diciembre, fotografiarse con José María Aznar, mientras el líder del PP le daba una palmadita en la espalda e intercambiaba con él unas palabras de ánimo en los pasillos del Congreso.
Su llamamiento a la movilización del PSOE culminó con varias visitas parlamentarias al ex secretario de Estado, Rafael Vera, encarcelado en febrero. Finalmente, tuvo que ser llamado al orden en nombre del Gobierno, por el ministro de la Presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba, sobre todo por sus ataques a los jueces. Barrionuevo se instaló entonces en un discreto silencio.
Pero si Barrionuevo renunció a su línea de ataque político a los jueces y se ha encontrado bastante solo en su posición de recabar apoyos en la complicidad social contra los GAL, en ningún momento ha accedido a dimitir como diputado atrincherándose en su condición de aforado, lo que implica que será juzgado por el Tribunal Supremo y no por los tribunales ordinarios donde opera Garzón. Ayer quitó importancia a esta cuestión al señalar que "este país está lleno de jueces imparciales, independientes y competentes y los magistrados de la Sala Segunda del Supremo lo son".
En esta petición, el que se ha quedado bastante solo ha sido el PNV. Su portavoz en el Congreso, Iñaki Anasagasti denunció como un auténtico escándalo que Barrionuevo, el ministro del Interior en la etapa de los GAL, presidiera la Comisión Constitucional del Congreso. Ayer criticó que se le blindara al nombrarle miembro de la Diputación Permanente del Congreso, lo que implica que, una vez disueltas las cámaras mantendrá la condición de aforado.
Anasagasti denunciaba ayer que lo que está aflorando con el caso GAL es lo que ya se sabía. También, y como en una especie de juego convenido en las operaciones sucias del Estado, todo el mundo implicado negaba lo que se le atribuía. Hasta que las cañerías de la cloaca han reventado y la suciedad ha llegado a la puerta del ex máximo responsable de Interior en la etapa de los GAL.
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