Cambios balcánicos
LA SITUACIÓN bélica en los Balcanes ha cambiado drásticamente con el éxito de la ofensiva militar croata en Krajina. Y junto a nuevas tragedias humanitarias y no pocas amenazas de proliferación de la violencia, han surgido por primera vez en mucho tiempo expectativas de que la solución negociada al conflicto puede estar más cerca que nunca en estos cuatro años de guerra. Esto, por supuesto, no significa que nos hallemos ante el final inminente de la guerra. Aquellos que se apresuran ahora a augurar "paz en pocas semanas" deberían abstenerse de vaticinios tan osados cuando de los Balcanes se trata.Porque está claro que la paz, a la postre, habrá de basarse en un acuerdo y, por tanto, en una negociación. Pero también está claro que aún se producirán considerables cambios en la situación militar antes de que haya algún acuerdo de paz aceptable para todos los contendientes. Al menos todos ellos van a intentar que así sea y todos consideran que su posición es mejorable en el campo de batalla. Ayer, los combates eran violentísimos en varias partes de Bosnia central. Y en otras, los preparativos para nuevas batallas estaban en marcha. La nueva iniciativa negociadora tardará en afectar a los frentes.
Los serbios de Bosnia-Herzegovina se encuentran por primera vez en una situación de manifiesta debilidad en esta guerra que, cuando la iniciaron, creían que iban a ganar en pocas semanas o meses. Varios mitos han saltado por los aires. El primero es el de la supuesta invencibilidad de las fuerzas serbias, tan utilizado en Occidente por los adversarios de toda intervención para poner coto a las matanzas de la población musulmana por parte de las fuerzas de Karadzic. Segundo, el manido argumento de que cualquier reforzamiento de las partes más débiles en el conflicto, lejos de establecer una equidad armada que llevara a la negociación, supondría la destrucción de toda vía de pacificación. Mientras se sentían impunes e invulnerables las fuerza s serbias no tenían motivos para negociar. Ahora las cosas han, cambiado.
El presidente norteamericano, Clinton, quiere aprovechar esta dinámica para impulsar una nueva iniciativa de paz y hacer olvidar meses de indecisión y lucha abierta con el Congreso en Washington. Según sus enviados a Europa para captar adhesiones al plan, Lake y Holbrooke, se basa en un reconocimiento nominal de Bosnia-Herzegovina como Estado y el derecho de sus partes, la serbia y la bosnio-croata, a entablar cierto tipo de federación con sus vecinos, Serbia y Croacia, respectivamente. La creciente cohesión de los territorios, forjada por la guerra hace más viable este plan que cualquier otro de los habidos hasta ahora. Y el ministro de Asuntos Exteriores de Es paña, Javier Solana, parte mañana hacia los Balcanes como presidente del Consejo de Ministros de la Unión Europea, para sondear la nueva situación sobre el terreno y la receptividad para dicha iniciativa.
Es pronto para saber si las nuevas circunstancias harán que este plan tenga mejor suerte que los anteriores. Debería, además, englobar en la solución al conflicto bosnio otras cuestiones regionales inseparables del mismo que pueden generar focos bélicos a corto plazo. El envío masivo de serbios de Krajina a la provincia de Kosovo, donde el 90% de la población es albanesa -en su mayoría musulmana-, augura un aumento de la represión y discriminación racial antialbanesa. Y posibles flujos de albaneses hacia Macedonia, con el consiguiente peligro de desestabilización para este frágil Estado. Y aunque la concentración de tropas de Croacia y Serbia en Eslavonia oriental parece aún más ruido que nueces, hay que evitar allí todo posible detonante.
No hay motivos para el optimismo ante la proliferación de focos de conflicto y problemas acumulados después de cuatro años de guerra, centenares de miles de muertos y una inmensa tragedia que genera odio por doquier. Pero es posible que por primera vez en la guerra haya motivos para pensar que los muy precarios equilibrios emergentes abren un estrecho resquicio a la esperanza.
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