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Regreso al planeta de los mismos

Huí de Marbella, no diré que de madrugada, pero casi, aún a costa de perderme un par de acontecimientos de los que marcan la historia de estos bellos parajes. Uno de ellos, la fiesta oriental ofrecida por la otra Soraya de aquí, apellidada Djanishidi, parienta de la familia real de Marruecos: una pocholada escalofriante, a juzgar por el hecho de que la puerta estuvo escoltada por una pareja de la guardia mora que, con su correspondiente bandera española al brazo, ponía los pulsos de punta a cualquiera que se acuerde de la voluntariosa colaboración que jinetes similares prestaron a Franco en aquellos tiempos cada vez más añorados. La otra fiesta que me perdí, con harto dolor, fue la romería fascista del entierro de José Antonio Girón de Velas co en Fuengirola, pero a ésa no pude ir porque no me dio tiempo a operarme el rostro como a Buscetta, el marioso arrepentido. Sin embargo, es pías de mi confianza, camuflados con un brazo ortopédico en alto modelo La prima Angélica, que se alzaba automáticamente en los momentos de pavor -exactamente lo contrario de lo que pasa con lo que ustedes están pensando- me contaron que aquello fue un verdadero jolgorio más relacionado con el renacer que con el remorir. La ceremonia empezó con retraso porque la estaban peinando, perdón, embalsamando, me refiero a la momia -se trata de un muerto redundante, aunque todavía con muchas posibilidades-, pero eso no deslució la brillantez del evento, al que acudieron no sólo el golpista Tejero -el único hombre que puede vanagloriarse de haberme tenido una noche en vilo-, sino su hijo cura -que trabaja en Antequera, por donde sale el sol: otro signo de renacimiento-, un montón de empresarios de la zona y Pedro Román, el segundo de La Cosa, también conocido como la sonrisa del régimen.Así que huí, a pesar de todo, antes de que la sobredosis de alterne me causara un desajuste hormonal, y mayormente para no encontrarme con Julián Sancristóbal -sí, él: ¿por qué será que el Dios los cría y ellos se juntan se manifiesta con tal precisión en estas playas?-, que por lo visto ha pasado en Marbella unos días de alivio de luto. Fue visto en la playa del Faro -una calita que no cubre, por si las moscas-, con su familia, por la que tanto ha hecho.Lo que sí me planteó un problema fue la elección del lugar, o santuario, donde refugiarme, después de los excesos cometidos en los días pasados. Y me dije -después de dudar entre Covadonga, Lourdes y Garabandal-, ¿por qué no Sevilla, que a su tradicional piedad por vírgenes y cristos, une el incentivo de poder desayunar todos los días con el reconstituyente cerebral llamado manteca colorá? Dicho y hecho. Nada más llegar, opté por arrojarme a los pies de san Judas Tadeo, que es milagroso y, además, está enfrente de Nuestra Señora del Corte Inglés, lo cual une a lo espiritual lo práctico. En principio, había pensado en ir directamente a la catedral, que la última vez que la vi -en marzo pasado, cuando la boda de la infanta Elena- estaba pelín pasada de gente. Lo que ocurre es que sigue llena: 5.000 personas al día, en verano, la visitan, lo cual es más de la tercera parte del público que los 11 aquaparks de Sevilla consiguen reunir por estas fechas.

Por cierto que la duquesa de Lugo, que ha aceptado el título de hija adoptiva de Sevilla que le ofreció en su día el Ayuntamiento vendrá a recogerlo el día 9 de septiembre, y aprovechará para inaugurar el popularmente conocido como huevo de Colón, la escultura -no tengo palabras para describirla- donada por la Federación Rusa, que en su día fue ejecutada con 300 de las 15.000 toneladas de cobre que salieron de Rusia en su momento con tal fin y que nunca se ha sabido a dónde fue a parar el resto. El monumento -sigo sin palabras para describirlo- está instalado en San Jerónimo, cerca de una depuradora de evocadores efluvios. Jesús, qué sinvivir

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