Stefano Palatchi triunfa en Nueva York
El cantante catalán actúa de bajo en el primer teatro de ópera de EE UU
Empezó en el mundo de la música a los 16 años cantando al estilo de Los Pecos. A los 19 decidió hacerse un hombre duro y no se le ocurrió otra cosa que apuntarse a la Legión. Después, su aspecto de militar le abrió las puertas del cine, pero se cansó de esperar ocho horas para grabar sólo diez segundos y a los 24 años optó por la ópera. Apenas sabía leer una partitura cuando en enero de 1986 le ofrecieron debutar en el Liceo de Barcelona con un pequeño papel en la ópera Lohengrin, de Wagner. Este mes de septiembre, el bajo Stefano Palatchi (Barcelona, 1960) se enfrenta a su tercera temporada en el Metropolitan de Nueva York con seis meses de contrato. Él todavía no lo entiende. "No sé qué han visto en mí los directivos del Met. Sin ser un estilista y sin dominar completamente mi voz, me contratan y tengo mi éxito", dice.Palatchi, hijo de un suizo instalado en Barcelona desde 1920, tras pasar una etapa de juventud juerguista, empezó a sentar la cabeza cuando a los 24 años decidió estudiar para ser cantante de ópera. "Cuando dejé la Legión sólo sabía que quería ser artista. El cine me atraía mucho y Antoni Ribas me contrató para su película Victòria por mi aspecto de militar". También actuó como jefe de atracadores en la película Asalto al Banco Central, aunque ahora reniega de sus papeles cinematográficos.
Palatchi asegura haber sufrido como nadie cantando ópera. Cuando debuté en el Liceo apenas sabía leer una partitura. Yo cantaba en una compañía de zarzuela de tercera cuando me oyó el director artístico del Liceo y me contrató. Entonces me puse a estudiar solfeo hasta en las horas de comer.
Hace tres años decidió irse a estudiar a Nueva York con un especialista. En la ciudad de los rascacielos, el cantante dejaba que Plácido Domingo le colara en los ensayos del Metropolitan.
Tras rechazar que Domingo le apadrinara para una audición en el propio Metropolitan, Palatchi prefirió cantar para el New York City Opera, por considerar que era más adecuado a su nivel. "Fue allí donde hice una audición, pero me escuchó el secretario de un importante agente artístico americano y me llamó para que me presentara a una audición en el Metropolitan. Nadie me conocía, no tenía nada que perder. Me escucharon y me contrataron", afirma.
Su primer contrato en el Metropolitan de Nueva York fue hace dos temporadas como cantante suplente. "Canté vestido y maquillado en un preensayo general y parece que fue allí cuando gusté. Me contrataron para cantar en la siguiente temporada, la pasada, ya no como suplente, sino como titular. El año pasado me pasé tres meses, y esta temporada será medio año, repartido en cuatro periodos para cantar en 23 funciones de Aida y La bohéme y 20 representaciones como suplente en Otello".
Palatchi no entiende todavía que ha visto el primer teatro de ópera americano en él. "En Estados Unidos la competencia es brutal. Está lleno de bajos rusos y búlgaros fornidos, de 1,90 metros altura, guapos y con unos agudos impresinonantes y unos graves que tumban y, todavía no sé por que, pero me contratan a mí, a un tipo sin enchufe, sin un estilo depuradísimo. Aún no lo entiendo. Mi agente americano dice que es porque soy europeo, pero los búlgaros y los rusos también son europeos. Alguien me dijo que tengo carisma. No sé. Yo, la verdad es que no hago ningún esfuerzo especial".
La Scala de Milán y la Arena de Verona han pedido a Stefano Palatchi que haga audiciones para ellos, pero el bajo barcelonés anda tan ocupado que no ha tenido tiempo de viajar a Italia ni para que le escuchen.
El bajo asegura que desde hace unos cuatro años puede vivir con lo que gana como cantante de ópera. "Pero sólo vivir", advierte. Por si acaso, el cantante no ha renunciado al negocio familiar, una tienda en Barcelona especializada en tejidos de novia, comunión, bautizo y fiestas, fundada por su padre en 1928. "Quería traspasarla, pero con el incendio del Liceo decidí no hacerlo. Cuando estoy en Barcelona me pongo detrás del mostrador cuando hace falta. Acostumbro a estudiar en la tienda, en el primer piso, con un ojo en la partitura y el otro en el percal", añade. Ahora, algunas de sus clientas hablan con él de ópera.
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