"El cuerpo me lo pedía, ni siquiera busqué trabajo como ingeniero en una empresa"
El día que entregó su proyecto de fin de carrera de Ingenieros Agrónomos, Pedro Luis Rojo, de 28 años, tomó la decisión de dedicarse profesionalmente a la cooperación para el desarrollo. Fue justo hace un año. En ese momento comenzó a hacer mentalmente las maletas para un viaje del que ya no ve el regreso: dedicar sus conocimientos a "acabar con las desigualdades" en cualquier rincón del planeta. Ese equipaje está ahora físicamente en su cuarto; maletas a medio llenar con ropa de abrigo, libros, mapas e ilusión.Después de un intenso noviciado preparándose a fondo, Pedro Luis se va fuera de España a trabajar durante ocho meses en un proyecto de cooperación. La alternativa la toma de mano de la Organización No Gubernamental (ONG) Acción Internacional Contra el Hambre (AICF), cuya oficina en Madrid fue abierta la pasada primavera.
El escenario de su salto al ruedo es Armenia, antigua república soviética; heladora en invierno (su temperatura media en esa estación es de 10 grados bajo cero), y alejada ya del objetivo de las cámaras de televisión. La entrevista se desarrolla cinco días antes del viaje.
Poco antes de terminar la carrera, había desestimado la oportunidad de marcharse a Bolivia con un amigo para trabajar en un proyecto. No se sentía preparado -a pesar de que en los años anteriores había colaborado como voluntario con diversas ONG en la configuración de proyectos para el desarrollo del Tercer Mundo- y huía del plan cooperante de veraneo. Así que se inscribió en un máster en cooperación internacional de nueve meses de duración que organizan el Centro de Estudios de América Latina (CEDEAL), el Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación (IUDC) y ja Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI).
Ahora su cara pecosa sonríe. Está en vísperas de incorporarse al primer proyecto de su vida del que habla con el entusiasmo que conlleva toda primera vez. "Si no estás muy motivado y preparado no tiene sentido irse", explica. "Con esto no se gana casi dinero. Si me quedara en España con mi profesión tendría un sueldo muy alto, comodidades... pero si comparo todo esto con irme... Es que a mí la vida de aquí no me atrae. Quiero sentirme útil" . Confiesa que no soporta la injusticia. "Creo que con lo que he estudiado puedo poner un granito de arena para corregir, para acabar con las desigualdades tan tremendas y tan injustas que existen", prosigue. "Es que el cuerpo me lo pedía, ni siquiera me puse a buscar trabajo de ingeniero en una empresa, porque tenía muy claro que quería dedicarme a esto".
AICF, que trabaja para erradicar el hambre, desarrolla en Armenia dos proyectos. Tras una guerra mantenida con la vecina Azerbayan por cuestiones territoriales y diferencias étnicas y religiosas -el alto el fuego fue en 1994-, la población se encuentra en una situación penosa. AICF, desde su oficina central de París, montó hace un año 30 comedores populares distribuidos por todo el país para alimentar diariamente a más de 6.500 personas. También ha comenzado un proyecto agrícola en tres pueblos situados al sur, donde se amontonan miles de armenios, antiguos pobladores de Azerbayán, a los que la guerra obligó a huir de sus hogares para refugiarse en la tierra de sus antepasados, donde hoy se sienten como extraños.
De sol a sol
Pedro Luis llega a Armenia en calidad de jefe de programa. Allí le esperan otros seis cooperantes y personal local contratado por AICF. Compartirán techo, comida (alimentos muy básicos) y equipo electrógeno, ya que la corriente se interrumpe constantemente. Pero no hace cábalas, aunque sospecha que trabajará prácticamente de sol a sol."Creo que la decisión de hacerse cooperante es extraña" reflexiona, "sabes que lo vas a pasar un poco mal, rodeado de carencias, expuesto a peligros, viendo miseria... y sin embargo sólo deseas irte". "En España también hay necesidad, pero existe una cobertura social. Creo que seré mucho más útil fuera de España", apunta.
Pedro no resulta un soñador. "Esta visión de las cosas puede resultar muy idealizada", explica, "casi como pensar que se puede vaciar el mar a vasitos. Pero creo que sí sirve de algo hacer cosas por los demás. Creo en el trabajo de las organizaciones humanitarias. Si no pensáramos así los que trabajamos en esto, ¿quién se iría?".
Ha aprendido teóricamente muchas cosas. Protección en caso de conflicto, cómo dirigirse a la población a la que se ayuda... Lo recita como una lección, aunque sabe que una vez "en el terreno" todo será muy distinto. "Seguro que los primeros días no me entero de nada, hasta que me ponga en órbita" bromea. Y dice no tener miedo al peligro físico que probablemente correrá.
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