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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mediación laboral

TRAS UN año de debates y negociaciones intensas, la patronal y los dos sindicatos mayoritarios (CC OO y UGT) han alcanzado, un principio de acuerdo por el que se someterán a mediación previa obligatoria las huelgas, y otros conflictos que afecten al Estatuto de los Trabajadores (movilidad geográfica, modificación de las condiciones de trabajo, despidos coléctivos). Con este pacto, los agentes sociales se aplican a sí mismos la conveniencia de restar crispación a la vida pública, una demanda que hace un año plantearon a los políticos. Predicando con el ejemplo, patronal y sindicatos han puesto las bases de una iniciativa llamada a tener una beneficiosa influencia en las relaciones laborales y en la economía.Hay que destacar; de entrada, que la fecha para el pacto -el primer día laborable de 1996- no podía estar mejor elegida. Es el síntoma más palpable de los deseos de ambas partes de continuar el año con ese ánimo constructivo. Con ello subrayan que su propósito de "favorecer las vías de diálogo para solucionar conflictos" es mucho más que una mera declaración de buenas intenciones.

Además del valor intrínseco que de por sí tiene la buena sintonía entre patronal y sindicatos, la importancia de este pacto -que algunos expertos no han dudado en calificar como "uno de los grandes acuerdos sociales desde la Constitución"- radica en que, a través de la mediación obligatoria previa, se podrán evitar muchas huelgas y muchas horas perdidas de trabajo. Esto no es baladí en un país como España, que figura a la cabeza en número de horas perdidas por huelga en la Unión Europea, sólo superado, según las estadísticas, por Grecia.

El pacto deberá ser ratificado por las cúpulas de la patronal y de los sindicatos. Ayer lo hizo la de Comisiones Obreras, con el rechazo esperado de los críticos, enfrascados en su lucha interna con vistas al inminente congreso. También debe adherirse el Ministerio de Trabajo, toda vez que será este departamento el que tenga que tutelar el Servicio de Mediación y Arbitraje. Sobre el papel es difícil pensar que alguien se pueda oponer a un pacto que va en beneficio de todas las partes. Ahora bien, tanto sindicatos como patronal deben asegurar que no se vulneren derechos de los trabajadores y de los empresarios. Precisamente por ello, ambas partes han estado más de un año negociando la letra pequeña del acuerdo, para cuya rúbrica todavía quedan algunos flecos menores. Bastantes empresarios no veían muy clara la mediación en la movilidad geográfica o en despidos colectivos, ,mientras que para algunos sindicalistaslas dudas aparecían en el derecho a la huelga.

En ese sentido se espera que el resto de las centrales obreras (ELA-STV en el País Vasco, Ciga en Galicia) y organizaciones dé sectores a los que el acuerdo no afecta directamente (funcionarios y profesionales como pilotos y médicos, por citar a dos colectivos que protagonizaron sonoras huelgas) apoyen el acuerdo. De hecho, la fórmula de mediación ya se ha utilizado en algunos conflictos de empresas, y existen organismos de mediación en Galicia y País Vasco. La mediación ya ha dado pruebas de su eficacia en conflictos como los de los médicos o los pilotos, si bien en ambos casos sólo se apeló a ella cuando el agotamiento de los huelguistas era ya comparable al de los usuarios.

El acuerdo es especialmente oportuno ante el vacío creado por la ausencia de regulación del derecho de huelga. El proyecto que estaba a punto de ser aprobado cuando se disolvieron las Cortes en 1993 contemplaba los denominados acuerdos en frío, por los que se fijaban los servicios, mínimos antes de que se desencadenase el conflicto. Nadie puede esperar, desde luego, que los sindicatos renuncien al derecho a la huelga en virtud de este pacto, pero sí que se reduzcan los elementos más irracionales que desde ambas partes enconan a menudo los conflictos.

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