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Alarma en Israel al descubrir la política racista del banco de sangre con los etíopes

¿Somos racistas? Era la pregunta que se hacían ayer muchos israelíes tras los violentos disturbios protagonizados el domingo por la generalmente dócil comunidad judía etíope. "La sociedad israelí debe ver la suciedad de su conciencia y lavarla diez veces. No hay un solo aspecto de la vida cotidiana en el que no se insulte a los etíopes", escribía ayer con indignación el novelista Ronit Antler, una autoridad en la cuestión de la absorción de judíos. Su voz se sumó al coro de protestas contra la silenciosa discriminación de los judíos negros.

El Gobierno de Simón Peres y la comunidad etíope trataban de aliviar las tensiones afirmando que no existe el más mínimo espíritu de enfrentamiento. Los incidentes del domingo, que se tradujeron en choques con la policía que dejaron un saldo de 68 heridos, ilustraron dramáticamente el sentimiento de frustración de la comunidad de inmigrantes menos favorecida dentro del Estado judío, que se siente profundamente insultada tras la revelación de que el banco de sangre del país ha venido sistemáticamente eliminando las donaciones de los etíopes por temor al contagio de sida. Niños etíopes son, a menudo, segregados en las escuelas israelíes. La discriminación de los judíos negros (todos procedentes de las legendarias operaciones de rescate emprendidas entre 1984 y 1991) existe también en el Ejército, donde el rechazo es señalado como causa principal del elevado índice de suicidios entre los soldados de origen etíope."No queríamos que la manifestación fuese violenta, pero la rabia y la frustración que se han ido acumulando durante años estallaron y la gente perdió el control", declaró el dirigente de la comunidad etíope Adiso Masala refiriéndose a los disturbios, que los diarios compararon, por su intensidad y el empleo de piedras, con la Intifada palestina. "Desde que inmigramos hace 11 años nos dijeron 'cuán educados y amables sois', pero me pregunto si eso nos ha ayudado en algo", agregó Masala.

El Gobierno de Peres, que calificó la política del banco de sangre de "estúpida, lamentable e irresponsable", está considerando las peticiones de que el ministro de Sanidad, Efraín Sneh, presente su dimisión. Los etíopes también quieren la destitución del director del banco de sangre.

"El problema de la sangre es sólo un síntoma. La cuestión es quién es blanco y quién es negro. Somos judíos, somos israelíes. Pero queremos ser tratados con igualdad", dijo Slomo Mola, dirigente de la Organización Judía Etíope Unida, tras una reunión con Peres y varios de sus ministros, incluido Sneh. Este ministro defendió la semana pasada la destrucción de las donaciones de sangre de los etíopes alegando que contenían un elevado riesgo de transmisión del sida. "El sida no es una enfermedad genética. No es una enfermedad que haya sido traída por los judíos de Etiopía. El control debería hacerse antes de cualquier donación de sangre", advirtió Rahamín Elazar, portavoz de la comunidad etíope en Israel.

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