Una quinta parte de las graveras del parque del Sureste tendrán que cerrar o trasladarse
Los cursos bajos de los ríos Manzanares y Jarama se encuentran salpicados de casi un centenar de graveras y plantas extractoras de arenas. Las 79 minas de arena (legales) allí ubicadas constituyen el 90% de las que hay en toda la región madrileña. Una quinta parte de las explotaciones tendrá que cerrar o trasladarse. La Agencia de Medio Ambiente (AMA) así lo establece en el Plan de Ordenación de Recursos Naturales, texto clave para a declaración del parque del Sureste.
Las empresas extractoras han depositado hasta ahora los Iodos y barros que resultan de lavar la piedra en el cauce de los ríos Henares y Jarama. Sin decantar ni limpiar, la mayoría de ellas. La Comunidad destinará este año 200 millones a la vigilancia de los aportes tóxicos a los ríos. El diputado regional de IU Julio Setién indica que es muy poco el dinero destinado. Por otro lado, la puesta en marcha del citado Plan de Ordenación de Recursos hará efectivo el control, por primera vez en la historia, de estas industrias. El documento fue publicado en el Boletín Oficial de la Comunidad el 6 de febrero y ahora se encuentra a disposición de los ciudadanos para que emitan sus alegaciones (durante un mes a partir del día 6). Este texto ha sido reclamado con insistencia por la oposición al Gobierno regional del PP, así como por concejales de Izquierda Unida de algunos de los 16 municipios sobre los que pisa el parque, como Getafe.Valor ecológico
La AMA publica en el plan un listado de "titulares de explotaciones que se han podido identificar como activas en la zona, si bien", añade, "no se descarta que existan algunas más de carácter ilegal o no reconocidas". Figuran 30 titulares que poseen un total de 79 graveras. Quince de ellas, pertenecientes a nueve empresas, se sitúan en zonas "de alto valor ecológico y/o zonas de cauce". Así que al menos ese 20% de las minas actuales tendrá que trasladarse o cerrar en el plazo de dos años a partir de la publicación del plan (hacia mediados de 1996), según establece el mismo. Las instalaciones de las minas de arena (de las que se obtienen arena y piedra para la construcción) producen sustancias químicas que van a parar a las aguas subterráneas; acaban con la capa vegetal de las llanuras de inundación del río; originan ruidos molestos -producto de las actividades de machaqueo, cribado y el paso de camiones de gran tonelaje-; provocan desprendimientos que socavan los canales de riegos, las líneas de alta tensión, las telefónicas y los caminos... Así describe la AMA el impacto ambiental de las explotaciones de grava y arena.
La actividad extractiva estará permitida en una parte del futuro parque. Según el plan expuesto al público, "se considera compatible con los objetivos de la Ley de Declaración de Parque Regional el aprovechamiento de los recursos mineros en las llamadas áreas de aprovechamientos actuales de recursos primarios", que ocupan un 45% de los 300 kilómetros cuadrados del espacio protegido. Todas aquellas plantas de extracción situadas en las zonas de "alto valor ecológico" (29% del territorio); en las "áreas sin vocación de uso definido" (12% del parque regional) y en el 5% de suelo que es "zona periférica de protección" tendrán que cambiar de lugar.
El trabajo de campo de la AMA ha desvelado que "en un gran número de explotaciones en activo, no se ha observado la existencia de planes de restauración. Desde 1982, las empresas explotadoras de las minas de arenas y piedra están obligadas a elaborar un plan de restauración de la zona (que suele ser la más fértil junto al río, su vega o llanura de inundación).
Hasta ahora, las actuaciones para la recuperación de las graveras son escasas. En Arganda del Rey, una explotación se ha transformado en la laguna de Las Madres. La laguna del Raso, en Velilla de San Antonio, fue recuperada hace cuatro años; en San Martín de la Vega y Ciempozuelos, el terreno ocupado por las graveras ha vuelto a ser cultivado. El parque fluvial de Mejorada del Campo cierra la lista de las partes recuperadas.
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