Cásate y verás
Estuve en una boda civil -llámanla por lo civil, quizá para distinguirla de lo militar- y quedé gratamente sorprendido. La boda fue en el distrito de Retiro y se celebró en un salón de inusitada belleza. Su decoración principal eran los amplios ventanales corridos que dejaban ver los jardines de Cecilio Rodríguez y los pavos reales que los paseaban, caminando solemnemente a su libre albedrío. Quiere decirse que lo mismo entraban en un parterre, que se subían a la parra o que se asomaban a cotillear el salón. Los pavos reales ya es sabido que sobre prepotentes y ufanos son muy cotillas.No es noticia el salón de bodas del distrito de Retiro, que lleva funcionando bastante tiempo, pero uno no lo conocía. Y no por desdén hacia las realizaciones municipales sino porque no es normal que vaya -a las bodas. Los amigos cada vez se casan menos. Casarse e ir a la mili empiezan a ser costumbres -acaso obligaciones- obsoletas. Muchos de los amigos se van a vivir con su pareja y asunto concluído. Hay a quienes la simple mención del concepto boda les repele y hasta les espeluzna. Se entiende: casarse constituye una heroica decisión. En las invitaciones nupciales suelen poner enlace, y no deja de ser una forma suave de decir atadura. Casarse es como una procelosa singladura avante toda, donde lo mismo puede haber bonanza que tempestad; calma chica que maremoto.
La boda es, sobre todo, compromiso: auxilio mutuo, unidad en lo bueno y en lo malo; garantía de que uno de los cónyuges no se irá a por tabaco y si te he visto no me acuerdo. Si la boda es por lo canónico, el contrayente que desaparece sin dejar rastro o el que no satisface el débito conyugal de una forma aceptable, además peca.
La nueva tendencia de quienes no quieren casarse -auténticos insumisos del himeneo- es reclamar un registro de parejas de hecho, para contar con los mismos derechos de los que están casados. Suelen ser los que se derivan de la herencia, de las transmisiones, del uso del domicilio y de la seguridad social. Está bien, mas no se entiende q ue no se casen si tales derechos reivindican; a fin de cuentas la boda civil no es sino un registro de parejas de hecho.
El argumerio que suelen emplear los que exigen un registro de parejas de hecho es que no creen en el matrimonio. Puede valer si se trata del matrimonio canónico -no creen en la religión o en la indisolubilidad que proclama la Santa Madre Iglesia, y nadie se lo va a discutir- pero en lo que se refiere al matrimonio civil es como si uno dice que conduce un coche sin carné porque no cree en la Dirección General de Tráfico o no paga impuestos porque no cree en Hacienda.Que uno sepa vivimos en una sociedad organizada y es elemento fundamental de su buen orden precisamente el Registro Civil. Allí constan los datos del individuo, su fecha de nacimiento, nombre de los padres con el suyo, si contrajo o no matrimonio, hijos, todo ello documentado, y de ahí se deducen sus derechos y sus deberes con el resto de la ciudadanía. De tal manera que no podrá hacer asiento de su unión con nadie -ni como pareja de hecho, naturalmente- si antes no ha liquidado con todas las, de la ley su anterior matrimonio, en el que, tiene compromisos establecidos con el cónyuge y con los hijos.
Mucho se podría hablar sobre esta cuestión latente de los matrimonios canónicos, de los matrimonios civiles y de las parejas de hecho. Sin embargo uno detiene aquí el comentario porque sólo quería dejar constancia de la bella boda a la que asistió en los jardines de Cecilio Rodríguez, felicitarse de que se haya dispuesto una sala tan amplia y bonita para estos acontecimientos, señalar que el concejal del distrito ofició con brevedad, con la dignidad propia del caso y también con simpatía, y tanto los contrayentes como los invitados se sintieron muy complacidos. Y añadir, para completar la información con el rigor debido, que Rosa y Jesús, recién desposados, fueron felices, convidaron a perdices y en el opíparo banquete lo pasamos francamente bien.
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