Carrileros
A eso de la media hora, Soler descarriló por la izquierda, se presentó en el área, atropelló a su colega Gel¡, y dio un vuelco al partido. Unas semanas. antes, Sergi descarrilaba en Holanda, rompía por el centro, atropellaba la razón, y mandaba al Eindhoven a la chatarrería.De pronto, los carrileros, esos trenes pendulares que circulan por un tramo de pintura, volvían a ponerse de moda. Con sus locomotoras de vapor, sus bufidos pulmonares y sus ruedas de aluminio, se revelaban de nuevo como los artífices del juego largo; es decir, como transportes de largo recorrido.
La aparición de esos especialistas fue, como era de esperar, una respuesta al principio táctico de la superioridad numérica. El antiguo sueno piramidal de una delantera de cinco, dos extremosl dos interioresl un delantero centro, se desvaneció al final de los años cincuenta, cuando el Madrid de las cinco Copas de Europa comenzaba a envejecer a la sombra de un tótem llamado Di Stéfano. Fue entonces cuando Helenio Herrera, el entrenador de vanguardia, comenzó a explotar la vena del contraataque. Dejó Barcelona, secuestró a Luis Suárez, se estableció en Milán, se apoderó del Inter, y se puso a ingeniar el arma definitiva. Obsesionado por la velocidad de Paco Gento, el hombre que le había desmontado la maquinaria defensiva hasta aquel momento, buscó a un defensor capaz de esconderse en la trastienda del equipo; recuperada la pelota, debería desbordar al extremo contrario, al volante de turno y al lateral de guardia, y presentarse con un metro de ventaja en el banderín de córner. Con la defensa contraria en desbandada, metería desde allí un pase rápido hacia el punto de penalti. Todo lo demás era trabajo de arietes y merodeadores.En realidad, Helenio Herrera, mister HH, pretendía disfrazar de marcador a un verdadero extremo, pero semejante desdoblamiento de personalidad requería mucho fuelle. Por fin, lo encontró en una pista de atletismo. Hacía los cien metros lisos en menos de once segundos, y se, llamaba Giacinto Fachetti. Convenientemente asistido por Luisito Suárez, que se lustraba las botas con ungüento amarillo, Fachetti le hizo bicampeón de Europa. Fue tan célebre que salía hasta en los cómics.
Desde aquellos días, la receta para transformar a un extremo deprimido en un lateral avanzado ha cundido mucho. En verdad, la fórmula sólo ha cambiado de nombre. Así, se llamó Manfred Kaltz, Francisco Marinho, Conejo Tarantini o Rafael Gordillo.
El sábado se llamó Soler. Miquel Soler.
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