¿Mujeres?
BrujasDirección y guión: Álvaro Fernández Armero. Fotografia: Antonio Cuevas. Producción: Enrique Cerezo. España, 1996.
Intérpretes: Penélope Cruz, Ana Alvarez, Beatriz Carvajal, Kitti Manver, Neus Asensi, Roberto Cairo, Alex Angulo. Estreno en Madrid: Plaza Aluche, Rex, Minicines, Albufera y Acteón.
Leo una frase del director, Fernández Armero (su ópera primera, Todo es mentira, se alzó con el consenso público a pesar de sus evidentes debilidades), en una revista de información cinematográfica: "Nadie puede decir qué son las mujeres y ellas mismas menos que nadie" (¡toma ya!). En el mismo artículo, también niega, con coherencia, que Brujas, el filme que hoy nos ocupa, sea un retrato del sexo femenino. Vale, oído el mensaje: el filme es sólo una comedia dramática sobre la soledad. ¿Pero entonces qué son esos tres personajes femeninos? ¿Por qué, si parecen mujeres, hablan no ya como hombres, sino corfio machitos de barrio, con un lenguaje gratuitamente sicalíptico en el que abundan los "Estoy hasta el coño", "Me suda el ídem", etcétera? O dicho de otra forma, ¿es lícito negarles a las propias mujeres que digan lo que son, para a continuación connotar a los personajes femeninos de una película con los peores lugares comunes del lenguaje patriarcal?.
Pero en fin, no creo que se trate de entrar al trapo en las "pistas" que el director desperdiga en sus declaraciones sobre el filme. El problema de Brujas es sencillamente un problema de credibilidad: es muy probable que si alguien logra meterse en la piel de personajes tan improbables, pueda defender que el filme se aguanta. Para quien esto firma, que desde el minuto 10 estaba completamente fuera de la película, esos tres retratos de mujeres aisladas se le antojan completamente incomprensibles. ¿Por qué? Sencillamente, porque nada hay en el filme que las haga cercanas.
Guión de órdago
Para empezar, el guión de la película es de los de órdago: las razones por las que los tres personajes se encuentran y desencuentran están en la cabeza del director / guionista, pero jamás en la lógica del discurso, de manera que sus peripecias por la ciudad se antojan siempre disparatadas. Para muestra, baste el botón del episodio de la maleta, sencillamente ridículo, con sus idas y vueltas, sólo con la excusa de retratar una vida de pareja -la del chatarrero y su mujer embarazada-, por otra parte, perfectamente prescindible.Para seguir, un filme que reposa íntegramente sobre la química que puedan establecer entre sí las tres actrices, se demuestra en cambio sorprendentemente débil -y es ésta una debilidad de Armero, no de sus actrices, que en otras manos funcionan- en lo que hace a lograr de ellas un común registro interpretativo: aquí cada una campa por sus fueros (probablemente quien más la veterana Beatriz Carvajal), mientras que los. que aportan algo a la función son unos secundarios que logran sacar petróleo de personajes imposibles, como Neus Asensi, Kiti Manver o Roberto Cairo, pero que por sí solos no se bastan para salvar el entuerto.
Ni comedia plausiblemente trabajada, ni introspección en los pliegues de la realidad, ni retraso creíble de unos personajes asumibles como tales por el espectador, Brujas confirma además una tendencia peligrosa en el cine de Armero, ya vista en su ópera prima: la contemplación de sus personajes con la superioridad del creador, la condescendencia de compinche que sabe más que sus criaturas, pero a las que no dota de agarraderas que las salven del chiclé.
Error de juventud, tal, vez; o de director que se empeña en ser también guionista. Sólo el tiempo dirá si Álvaro Fernández Armero es capaz de sacarse, de encima esos lastres y convertirse en el metteur en scène competente que a ratos se avizora en su cine.
Babelia
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