El Valencia echa el cerrojo
El conjunto de Luis Aragonés tiró la toalla al conocer las noticias del Manzanares
Ni una brizna de épica se asomó por Balaídos y el Valencia, obligado a forzar una conflagración de astros, se quedó con la Liga al alcance de la mano. El título se escapó a los valencianistas porque el Atlético supo esta vez cumplir con su misión, pero probablemente ni una hecatombe rojiblanca hubiese transportado a la gloria al conjunto de Luis. El Valencia se presentaba ayer como el candidato al título menos atosigado por las circunstancias, como un equipo que de casualidad pasaba por allí cuando se le presentó la ocasión de alcanzar un. sueño. Pero los de Aragonés apenas sacaron partido de ese papel en apariencia favorable. Agobiados por un rival impetuoso, imprecisos y sin el cuajo de los equipos campeones, sólo el gol de Mijatovic hizo justicia a la estupenda temporada del Valencia.En el penúltimo minuto, el Valencia halló un premio desmesurado a una primera parte en la que dio toda la impresión de estar entregando la Liga sin esperar siquiera a conocer lo que ocurría a 600 kilómetros de distancia. Mientras el Atlético agujereaba al Albacete, el último adversario de los rojiblancos bastante hacía con aguantar el tipo ante un Celta mortífero en el contragolpe. Tuvo que ser el hombre de la Liga, el jugador que más ha hecho por engrandecer una campaña de poco fútbol y mucha histeria, quien añadiese algo de emoción a la jornada final.
CELTA 1
VALENCIA 1Celta: Prats; Gil (Carlos, m. 72), Tárraga (Milojevic, m. 46), Alejo, Patxi Salinas, Agirretxu; Merino (Vicente, m. 51), Desio; Eusebio, Ratkovic; y Sánchez. Valencia: Zubizarreta; Otero, Camarasa, Ferreira (Engonga, m. 39); Mendieta, José Ignacio (Mazinho, m. 65), Poyatos, Romero; Fernando; Mijatovic y Viola (Eskurza, m. 55). Goles: 0-1. M. 39. Fernando atisba un hueco en la defensa adelantada del Celta, abre para Mijatovic, quien se interna en el área por la derecha y ante la salida de Prats cruza magistralmente. 1-1. M. 90. Milojevic, de falta directa. Árbitro: López Nieto. Amonestó a Ratkovic, Patxi Salinas, Camarasa, Ferreira, Mazinho, Otero y Poyatos. Unos 25.000 espectadores en Balaídos. El bullicio lo pusieron los 3.500 aficionados valencianistas, cuyo ardor fue decayendo con las noticias llegadas desde Madrid.
Mijatovic, extraviado como todo su equipo hasta entonces, burló a la defensa adelantada del Celta con uno de los desmarques clásicos en él, un movimiento liviano y fulminante a la vez, capaz de desafiar la velocidad del ojo humano. Pero Fernando, guiado por esa corriente química que hermana siempre a los buenos futbolistas, advirtió antes que nadie las intenciones de Mijatovic, y le entregó un balón envuelto en sedas. La gran estrella de la Liga estuvo a la altura que se le supone: controló con delicadeza y, muy escorado hacia la derecha, esperó que el portero se le echase encima para cruzar la pelota con precisión de miniaturista. Un gran gol, digno de uno de esos días como el de ayer, en los que el fútbol siempre reclama actos de grandeza. En realidad, el tanto de Mijatovic y la actitud belicosa del Celta fueron prácticamente los únicos detalles que estuvieron a tono con una tarde que se presumía tan emotiva.
Con el tanto de Mijatovic, los futbolistas se fueron a la caseta y allí debieron de encontrarse con la cruda realidad de que Albacete era un convidado de piedra en el banquete de Gil. A partir de entonces, Aragonés echó el cerrojo, el Celta se perdió en intrascendencias y el Valencia dilapidó sus mejores oportunidades al contragolpe, justo en la portería donde se agolpaban sus aficionados; también convertidos desde el descanso en estatuas de sal. Ni siquiera se inmutaron cuando Milojevic empató el partido en el suspiro inicial. La Liga estaba ya muy lejos.
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