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Movilización en Zaragoza ante la prohibición de que las mujeres visiten una muestra de Goya

Sólo la Reina y una restauradora, con bula papal, entraron en la cartuja de clausura

Las mujeres aragonesas han dicho basta. La propaganda oficial se ha volcado en ofertar, dentro del año Goya que celebra el 250 aniversario del nacimiento del sordo de Fuendetodos, la visita a los valiosos trabajos que el pintor realizó en la cartuja de Aula Dei, un monasterio situado en la localidad de Peñaflor, en el extrarradio de la capital aragonesa. Se trata de la extensión mural, realizada al óleo, más grande de España, pero hasta ahora está vedada al sexo femenino, salvo expresa bula papal. Ésta ha sido concedida dos veces: a la Reina y a la restauradora de las pinturas.

Sindicatos, organizaciones vecinales y colectivos de mujeres de Aragón han comenzado a recoger firmas para el levantamiento de la discriminación, y anuncian para el próximo sábado (uno de los tres únicos días semanales que se abren las puertas de la clausura a los visitantes) una concentración ante el edificio regentado por los monjes cartujos. Las firmas serán enviadas a la Diputación General de Aragón con la petición de que se suspendan las subvenciones públicas si los monjes no renuncian temporalmente a su costumbre, en vigor desde el siglo XI, de impedir el acceso a las mujeres. No se trata de romper la norma, dicen las promotoras antidiscriminación, sino de entrar a la exposición sin que los monjes las vean. Para ello, sugieren diversas soluciones, desde la colocación con materiales desmontables de un pasadizo a través de la zona de clausura, hasta el establecimiento de horarios concretos que no produzcan inoportunos cruces.

La cultura, dicen ellas, "no tiene sexo", pero lo cierto es que sólo dos mujeres, la Reina de España y Teresa Grasa, restauradora -junto a Carlos Barboza- de las obras que Goya pintó entre 1772 y 1774, han cruzado hasta ahora los muros de, la Cartuja de Aula Dei, desde que, en 1901, volviera a ser ocupada por los monjes de clausura. Ambas tuvieron que solicitar una dispensa papal para entrar en el monasterio.

La cartuja fue abierta al público masculino especialmente para la muestra, gracias a un convenio suscrito entre el Gobierno de Aragón y los monjes. El Gobierno regional, que ha llegado a estudiar la posibilidad de realizar una reproducción fotográfica de las pinturas para que puedan ser vistas también por las mujeres, pactó que los visitantes masculinos podrían contemplar los óleos, acompañados por guías, sólo tres días a la semana (martes, jueves y sábado). La cartuja de Aula De¡ está considerada como uno de los monasterios más importantes de Aragón en cuanto a su valor pictórico, Sus muros esconden una de las obras más desconocidas del genial. pintor aragonés. Los frescos que pintó Goya suponen, en opinión de los restauradores Teresa Grasa y Carlos Barboza, "la culminación del mayor trabajo de pintura mural, junto a las cúpulas del Pilar de Zaragoza", que el artista realizó en toda su vida.

Grasa explica que de las once obras -que ocupan 257 metros cuadrados de óleo sobre pared- que realizó Goya en la capilla, únicamente han perdurado siete, dos terceras partes del total, algo que considera "un milagro" atribuible a los monjes. El monasterio fue abandonado con la desamortización de Mendizábal, convirtiéndose en una fábrica de sedas, y cuando en 1901 los cartujos recuperaron la propiedad del edificio, estaba prácticamente en ruinas, la iglesia carecía de cubiertas y la humedad había deteriorado las pinturas de la zona de sombra.

Barboza y Grasa destacan que "la llegada de los monjes y su enorme criterio permitió salvar las siete escenas que ahora podemos contemplar, ya que entonces todavía se desconocía que fueran obra de Goya".

"El arquitecto encargado de la restauración realizada en 1901 consideraba más barato levantar una capilla nueva, pero los monjes se opusieron al adivinar el gran valor artístico de los óleos. Tuvo que mediar el Gran Cartujo de Grenoble para que se conservaran", añade Grasa.

Las cuatro escenas de sombra que la humedad había deteriorado fueron pintadas de nuevo, en 1903, por los pintores franceses Paul y Amedée Bouffet, y, a finales de la primera década del siglo, la obra fue definitivamente atribuida a Goya.

Barboza y Grasa, que realizaron su trabajo en 1978, no dudan en atribuir una enorme calidad a las pinturas: "Goya pinta en la cartuja tras acabar el Coreto del Pilar, cuando ya es un pintor formado. Tiene todas las claves de su oficio, es ya un dominador de la técnica y del espacio, y además es un narrador de historias. En estas pinturas, que cuentan la historia de la Virgen, se esboza todo lo que Goya haría después, cuando se traslada a Madrid".

Grasa lanza un capote a los cartujos cuando se le pide opinión sobre la imposibilidad de que las mujeres entren al recinto: "Siempre han tenido la preocupación de que las mujeres pudieran entrar, sin romper las normas de su orden. El problema es que la capilla se encuentra en el centro de la cartuja y es complicado habilitar un acceso".

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