El esplendor del Sol
Somos un epifenómeno solar. Dependemos totalmente del Sol, como ya han barruntado las numerosas culturas que lo han adorado y le han ofrecido sacrificios. Cada mañana, al amanecer, 500 millones de hindúes recitan el más famoso mantra del Rg Veda: "Meditemos sobre el esplendor glorioso / del divino Sol (Savitr)".Miles de científicos meditan y se devanan los sesos tratando de entenderlo. Nuestro último sacrificio solar ha sido los 65.000 millones de pesetas que han costado los cuatro satélites Cluster destruidos hace unas semanas en el lanzamiento fallido del cohete europeo Aríane 5 en la Guayana, tierra de cultos extraños.
El Sol es la única estrella que tenemos a mano, la única que podemos observar en detalle, el único laboratorio astrofísico practicable, el modelo de las demás estrellas. Mientras no logremos comprender bien cómo funciona el Sol, menos podremos fiarnos de nuestro saber sobre los astros lejanos y el inmenso universo.
Pensamos que el interior del Sol es una central de fusión nuclear en que el hidrógeno se convierte en helio, generando de paso la energía de la que vivimos. Ya en el primer paso de esa reacción, cuando dos átomos de hidrógeno se fusionan para formar un átomo de deuterio, un protón se transforma en neutrón, emitiendo un positrón (que se lleva la carga eléctrica sobrante) y un neutrino electrónico (que se lleva la energía sobrante).
Se puede calcular el número de neutrinos que produce el Sol cada segundo, 1031, así como los neutrinos solares que alcanzan la superficie terrestre: unos 6,5 x 1014 por metro cuadrado cada segundo. El problema estriba en que los diversos experimentos de detección de neutrinos en la Tierra sólo logran detectar un tercio de los neutrinos solares calculados.
Quizá nuestro modelo estándar del Sol no sea correcto, o quizá los neutrinos electrónicos se transformen por el camino en otro tipo de neutrinos (muónicos o tauónicos), o quizá nuestros experimentos tengan algún fallo sistémico, aunque ello es cada vez menos probable, conforme nuevos experimentos basados en técnicas y materiales distintos convergen en sus resultados. En resumen, no estamos seguros de entender cómo funciona el Sol.
Conocemos la rotación superficial del Sol, pero no la del núcleo solar, mucho más rápida, aunque los avances de la heliosismología, alentados por el Instituto Astrofísico de Canarias y los otros observatorios del grupo Gong, así -como por el satélite lagrangiano Soho, quizá nos permitan llegar a saberlo.
Aunque la fusión nuclear tiene lugar a 15 millones K de temperatura, el proceso de convección hacia afuera es largo, y cuando llega a la superficie se ha enfriado hasta sólo 6.000 K. La corona solar, que está más lejos de la fuente de energía que la superficie solar, debería estar más fría que ésta. Sin embargo, está mucho más caliente, a dos millones K de temperatura, y nadie sabe explicarlo cabalmente.
Las turbulencias convectivas producen las famosas muchas solares, que aumentan y disminuyen en ciclos de 22 años, al parecer debido a la rotación diferencial y a cambios del campo magnético, que sólo poco a poco vamos conociendo. El satélite Ulysses ha descubierto que (al contrario de lo que se creía) en los polos de retación solares no hay polos magnéticos.
Lo que todavía nadie entiende es por qué la temperatura de nuestro planeta aumenta cuando se incrementan las manchas solares. Quizá los satélites Cluster, diseñados para estudiar el influjo del viento solar en la magnetosfera terrestre, podrían haber contribuido a averiguarlo, pero la desgracia de Guayana nos priva de saberlo.
No nos desanimemos, sigamos investigando y meditando sobre el esplendor glorioso del divino Sol.
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