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Tribuna:Diálogos intrépidos
Tribuna
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El Estado y la mano invisible

El 'mirlo blanco' del socialismo hispano, José Borrel, y el liberal irreformable Pedro Schwartz combaten elegantemente

Manuel Rivas

Para combates, los de guante blanco.Un gancho fiscal socialdemócrata puede estar simulado en una estructura matemática de programación lineal. Y un ajuste liberal puede sonar a música en el piano de Karl Popper. Nadie perdió la compostura. A lo largo de la conversación, se prometieron regalos amablemente envenenados. El socialdemócrata, muy afable, anunció el envío de Cincuenta años de retórica reaccionaria. Y el liberal, extremadamente cortés, dijo que le correspondería con El sueño de la razón o argumentos contra la utopía. Dos caballeros.El despacho del ex ministro en las Cortes es tan angosto como la litera de un tren. Así que el encuentro se celebra en una sala prestada, en la que se escucha la campana de un reloj. Creo que este pugilato arranca de la Revolución Francesa. Como en la Convención, uno se sienta a la izquierda (José Borrell), y a la derecha, el otro (Pedro Schwartz). Veamos un round.

Derecha. ¿Por qué crece mucho más el empleo en Estados Unidos que en la Unión Europea? Prefieren que la gente trabaje más y esté empleada a un sistema, como el nuestro, en el cual el 44% de los jóvenes está en el paro. En el momento actual, para que haya empleo para todos es necesario, entre otras cosas, que la gente trabaje más horas. Esa es una decisión social fundamental, si creemos como yo creo que una gran parte de la realización de las personas está en el trabajo. Es donde aprenden y se hacen personas de bien. Yo me realizo en el trabajo, haciendo cosas...

Izquierda. No se pueden presentar los derechos laborales y el sistema de protección europeo como un obstáculo para el empleo. Hay países europeos, de gran tradición socialdemócrata, donde el índice de paro es bajo. Yo también pienso que lo que crea el lazo social es el trabajo. Pero tú y yo podemos olvidar que somos privilegiados. No sé si tendríamos la misma percepción de lo que es el trabajo para la vida de uno si estuviéramos recogiendo basura por. la noche o apretando tuercas todo el día.

Derecha. Ésa es la cosa buena de la sociedad norteamericana y es que allí la gente cambia mucho de trabajo. Hay mucho trabajo horrible, aburrido, pero también muchas posibilidades de hacerte empresario, de tener una pequeña tienda, de iniciar algo nuevo. Esa civilización es la que algunos no entienden, son incapaces de ver.

Izquierda. No estereotipemos. Si el trabajo es el lugar del vínculo social, no lo puedes tratar como una simple mercancía. Y eso es lo que hacéis los liberales. Para vosotros, si no hay empleo es siempre porque el despido es caro, porque hay regulaciones, derechos laborales que obstaculizan la contratación, etcétera.

Derecha. La realidad está ahí. En Estados Unidos se crean ocho millones de empleos y en la Unión Europea apenas un millón. ¡A alguna experiencia habrá que remitirse!

Izquierda. Es que yo me niego a elegir entre la peste y el cólera.

Derecha. No, no es entre la: peste y el cólera. Estados Unidos no es la peste.

Izquierda. Lo que quiero decir es que el fatalismo liberal te conduce a afirmar que...

Derecha. No es fatalismo. Es humildad.

Izquierda. Es fatalismo disfrazado de humildad. Si lo único que me ofreces como alternativa es el modelo americano, yo me niego a escogerlo como alternativa al europeo. Es la regresión organizada. Creo que el paro no es sólo un problema económico. Es también de organización social.

Derecha. Yo voy a los hechos. ¿Dónde hay paro y dónde se crea trabajo?

Izquierda. En las dos partes. También en Europa se está creando empleo.

Derecha. ¿En serio? ¿Dónde crece más el empleo?

Izquierda. Donde menos paro registrado hay es en los países del Tercer Mundo. ¡Las estadísticas hablan de una tasa del 5%!

Derecha. ¡Es que ese paro está escondido!

Izquierda. En Estados Unidos también.

Derecha. ¿Dices que está escondido el paro en Estados Unidos?

Izquierda. Sí, en la población no activa, en la gran masa de gente que ni siquiera se presenta como candidata a figurar en la estadística.

Derecha. Pero ¡si las tasas de población activa son mayores que las nuestras!

Izquierda. No, no mucho mayores que las europeas. Hay un fenómeno de desincentivo claro. Me niego a aceptar el modelo americano.

Derecha. Los hechos son los hechos.

Izquierda. Pues habrá que luchar contra los hechos. Otra vez el fatalismo liberal...

Fatalista o no, Pedro Schwartz se ha ganado sobradamente la fama de liberal. A su manera, es casi un pionero. Nacido en Madrid en 1935, catedrático de Historia de las Doctrinas Políticas desde hace 27 años, dedicado también a actividades financieras, es amigo del presidente del Gobierno, José María Aznar, y consejero ocasional ("cuando me lo piden") de política económica.

Ser liberal significa hoy muchas cosas, a veces de apariencia contradictoria, y todos esos significados los encama este hombre de pajarita que tiene en su casa el piano que perteneció a Karl Popper. "Suena de un modo extraordinario". A los 23 años, estudiando economía en Londres, llamó a la puerta del autor de La sociedad abierta y sus enemigos y digamos que ya no volvió a salir.

Liberales con Fraga. Es el título de un manifiesto publicitario de 1982, firmado por Pedro Schwartz. Nuestro hombre puede presentar algunas pruebas extremas de su liberalismo. Aceptó como jefe político a quien, como ministro de Franco, firmó su extrañamiento. Bastante antes, en 1956, había sido procesado por un artículo y por manifestación ilegal. Fue un incidente que le marcó la vida. Como su tío y su hermano, iba para diplomático. "Gané las oposiciones pero me tacharon, me eliminaron de la lista". Aterrizó en Londres y allí se forjó el economista liberal. "Democracia, creencia en el mercado y libertad individual. La lana ha quedado teñida de ese color"."O sea que", dice Pedro Schwartz mirando hacia José Borrell, "es muy difícil reformarme. Ha habido un gran esfuerzo por cambiar el carácter del Partido Popular y el tono es bueno. El acuerdo con los catalanes ha supuesto un giro sorprendente y a veces preocupante. He vivido el mundo europeo muy a fondo y donde de verdad me encuentro a gusto es en el Partido Conservador inglés".

-¿Y está en marcha en España una revolución thatcheriana o es una exageración?

-Es una exageración -dice Pedro Schwartz- Hay que entender que lo que hizo Margaret Thatcher es muy complicado hacerlo en España con intensidad. Significó un cambio muy positivo para la sociedad británica. Colocó a los sindicatos en su sitio, llevó cabo la privatización de las empresas públicas con muy buenos resultados...

-Y grandes fracasos -interviene José Borrell- En los servicios públicos, en el agua...

-... El thatcherismo es u movimiento que estamos imitando en ciertos puntos muy necesariamente. Liberó a la industria británica de sus malas costumbres y lo convirtió en un país donde vale la pena invertir.

-Y donde más ha crecido la desigualdad -replica Borrell.

-¡Lo dudo mucho!

-La era de Reagan y de Thatcher, en Estados Unidos y Reino Unido, ha conducido a un crecimiento espectacular en la desigualdad de la renta. Los ricos sor mas ricos y los pobres más pobres Nadie lo discute. ¡Incluso a algunos les parece bien!

En Stanford (Estados Unidos) José Borrell estudió ingeniería d sistemas. Era un momento en que los ingenieros llegaban a la economía con un gran arsenal analítico y un optimismo aeronáutico. Si somos capaces de enviar un hombre a la Luna, se decían, ¿cómo no vamos a ser capaces de controlar la economía para garantizar crecimientos estables y mantenidos? Pero la teoría del control óptimo demostró después su incapacidad para hacer frente a una dinámica mucho más compleja que la de los cohetes espaciales. Esto viene a cuento porque el Borrell que relativiza ahora el poder de las ecuaciones egonométricas mantiene un optimismo aeronáutico en la socialdemocracia.

Nacido en 1947, graduado en ingeniería y economía en Stanford y París, catedrático de Matemáticas Empresariales, ex ministro de Obras Públicas, diputado por Barcelona y mirlo blanco del socialismo hispano, el hijo del panadero de Pobla de Segur (Lleida) parece siempre a punto en una rampa de lanzamiento, como si la crisis de la izquierda no fuese con él. Encarna, a su manera, la conquista del pan. Estudió el bachillerato por libre, en la trastienda de la panadería, y explica que su primer instinto de lucha contra la desigualdad procede de aquella época que llevaba el pan a los barracones de los inmigrantes que construían, las presas hidroeléctricas.

Tengo una curiosidad. Con tan ejemplar historial, ¿cómo no fue tentado por el nacionalismo catalán?

"En eso también soy atípico", dice Borrell. "No pasé por ninguno de los colegios donde se forma la élite catalana. Fui directamente de la panadería a estudiar ingeniería aeronáutica en Madrid. Ingresé en el PSOE en 1975, a la vuelta de Estados Unidos. No soy nacionalista, y además creo que el llamado nacionalismo de izquierdas es como la música militar, una contradicción in términis, lo que no quiere decir que no defienda mi cultura.

Cuando desde la izquierda se critica la privatización de empresas públicas, el Gobierno y sus aliados señalan que esta política

fue Iniciada por el PSOE y que no hubo tanto escándalo. Le pregunto a Borrell: ¿por qué eran buenas las privatizaciones cuando las hacían ustedes y son malas cuando las hacen otros?

"El partido socialista, desde el poder, vendió parte del capital de empresas que ya estaban parcialmente privatizadas, como Telefónica, que siempre fue de mayoría privada, o que no tenían un sentido estratégico. De todas formas, frente al parecer de mis compañeros de Gabinete, yo nunca estuve de acuerdo con que hubiese que privatizar Telefónica al ciento por ciento. No había que ir más aprisa que alemanes o franceses, que se van a quedar con el 51 % de su operador central de Telecomunicaciones. Pero, bueno... Privatizamos por razones de funcionalidad y donde creíamos que no era necesaria la presencia pública. Lo que nunca se nos hubiera ocurrido hacer, y lo va a hacer el Partido Popular, es privatizar, por ejemplo, la red eléctrica de alta tensión. Los monopolios naturales allí donde, existen deben ser tutelados por el poder público".

Schwartz: "Tutelar no es lo mismo que ser propietario".

"Bien, pues prefiero que los gestione el poder público", continúa Borrell. "Las autopistas son un ejemplo claro en España. Nadie construye una autopista al lado de otra esperando que la competencia suponga abaratamiento del peaje".

Schwartz: "Es mejor la concesión".

"La concesión a un agente privado es una apuesta a muy largo plazo que incorpora demasiada incertidumbre y que después hace muy difícil adaptarlo a circunstancias cambiantes", insiste Borrell. "Por ejemplo, los peajes deberían bajar. Son demasiado altos como consecuencia de desgraciadas decisiones financieras del pasado. Pero los términos de la concesión no lo permiten. Si fuesen públicas, sería más fácil adaptarse a las circunstancias de la España de hoy".

"La titularidad pública es sólo un bello ideal", replica Schwartz. "Lo que ocurre con frecuencia en las empresas públicas es que son rehenes de sus empleados y de los sindicatos. El Estado es atrapado por su buena voluntad. Una de las razones por las que hay que reducir drásticamente el patrimonio empresarial del Estado es que muchas veces en vez de estar al servicio de la comunidad están al servicio de sus empleados. Eso se ve clarísimo en RTVE. La gestión privada tiene en cuenta una posible quiebra. Estoy seguro de que mejorará mucho la gestión en las empresas que se privaticen".

Borrell, como un cohete: "¡Dogmas de fe"!

Schwartz: "No son dogmas de fe. Lo hemos visto en Australia, en Nueva Zelanda, en el Reino Unido... ".

Borrell: "Los aeropuertos británicos están peor gestionados que los de España".

Schwartz: "¡Es que se hizo mal la privatización!".

Borrell: %Y por qué no dices que la gestión pública puede hacerse bien?".

Schwartz: "Quienes defienden la gestión pública deberían explicar de una vez los mecanismos para hacerlas eficientes".

Borrell: "Yo soy accionista de empresas eléctricas y no me siento poseedor de ningún mecanismo de control sobre lo que hacen sus gestores. En algún caso han conducido a la quiebra".

Schwartz: "¡Claro! Porque lo que han hecho es atrapar al Estado. Mira, ante la privatización yo tomo una postura que creo templada... ".

Borrell: "¡Es todo menos templada!".

Schwartz: "La creo templada, ya verás. Primero. La privatización ha de hacerse de tal manera que no se creen monopolios privados. Muy importante. Segundo. En el caso de que afecte a servicios públicos, debe haber una regulación. Y tercero. Estar atento para que los resultados finales puedan corregirse. Es cierto que el Gobierno británico se equivocó con el duopolio en telefonía y con el modelo de privatización de los aeropuertos".

Borrell: "Lo que no se puede es razonar fuera del tiempo y del espacio. Cuando estaba en el Consejo de Ministros europeos, era evidente que la misma política tenía efectos muy distintos aplicada a Holanda o a España. Hay países, como el nuestro, donde la necesaria inversión en infraestructura pública, para transporte o agua, por ejemplo, se contrapone a todas las imperfecciones que el mercado tiene y que los liberales tendéis a, minimizar. Imperfecciones muy poderosas".

Schwartz: "A la hora de privatizar, es verdad que las industrias de red merecen una reflexión especial".

Para algunos neoliberales, como Murray Rothbard, de la Universidad de Las Vegas, "el Estado es el robo institucionalizado". Le llaman "el Karl Marx del capitalismo". Para que todo fuera mejor, habría que privatizarlo todo, empezando por las calles y siguiendo por la policía y la justicia. ¿Simpatiza Pedro Schwartz con este anarcocapitalismo?

"No. Lo que ocurre es que muchas actividades que parecía que sólo las podía hacer el Estado las está haciendo la sociedad. Pero creo que el Estado tiene un papel fundamental y que no puede desaparecer. ¡La prueba de ello es que quienes no tienen Estado cómo luchan por tenerlo! Nuestra dificultad es que el Estado cumpla un papel pero que no lo atrapen para crear rentas. Lo peor de estos buenos sentimientos socialdemócratas es que al final los malos van y se llevan el gato al agua".

Pedro Schwartz no es de la escuela de Las Vegas pero no anda escaso de valor liberal. En 1980 predicó a bocamina el cierre de Hunosa. Lo consiguió parcialmente, al menos aquel día. Los mineros pararon. Y finalmente lo declararon persona non grata. "A Asturias se le ha hecho mucho daño con la política de mantenimiento de las empresas públicas deficitarias", dice ahora convencido. "Asturias tiene un síndrome de mendicidad y un problema social gravísimo, y es que si se toman ahora las medidas, el dolor va a ser tremendo. Debería haberse hecho antes".

El economista liberal considera contraproducentes las ayudas sociales. Le expongo el caso del PER andaluz. Para un liberal, ¿la paz social no justifica el mantenimiento de este sistema?

"El liberal es muy didáctico", responde Schwartz. "Yo hablaría hasta morir para convencer a la gente de que el PER es una corruptela que habría que cambiar., No hay que cambiarlo a lo bruto, porque no hay que hacer nada a lo bruto, pero sí hablar, hablar y hablar hasta convencer a la gente de que no podemos seguir con un sistema que en realidad corrompe a Andalucía".

¿Puede arreglar todo la "mano invisible" del mercado? ¿Cuál es la alternativa de un liberal ante los problemas sociales? "Yo no cuestiono que haya sistemas de seguridad social. No se trata de hacer tábula rasa. Pero hay que reducir la acción impuesta del Estado y acercamos más a un sistema de libertad espontánea, de creación de empresas. Ésa es la idea positiva que se está extendiendo en todo el mundo. También en Estados Unidos tienen que ir a la reducción de ayudas sociales que han dado malos resultados. El propio Clinton se queja de que las ayudas a las madres solteras con hijos fomentan que los padres se desentiendan".

Es ahí donde Borrell anuncia: "Te voy a regalar un libro. Se titula Cincuenta años de retórica reaccionaria".Schwartz, dolido: "He intentado evitar calificaciones. No me creo un reaccionario".

Borrell: "Sin pretender calificarte de forma poco respetuosa, tu discurso, me ha sonado a esa música reaccionaria".

"Fomentar la iniciativa social, la creación de empresas", explica Schwartz, "ése es el modo en que me gusta afrontar los problemas sociales. Es decir, empleando el deseo de lucro, de excelencia, en favor de los objetivos sociales en que nos pongamos de acuerdo".Borrell: "Es decir, que a través de los precios se manifieste todo".

Schwartz: "Y si queremos cambiar los precios, habrá que utilizar los propios precios".

Borrell: "Quien cree ciegamente en el mercado...".

Schwartz: "Ciegamente, no".

Borrell: "Intensamente".

Schwartz: "No me pongas adjetivos".

Borrell: "Bien, quien cree tanto en el mercado es porque cree que casi todo son mercancías".

Schwartz: "¡No, no, eso es injusto!".

"Para mí, la línea divisoria actual entre izquierda y derecha, entre un socialdemócrata y un liberal", dice José Borrell, "pasa por la diferencia entre lo que se puede creer que son mercancías y lo que son derechos. Dejemos que el mercado produzca mercancías, porque ha demostrado una enorme eficacia para hacerlo, pero no le dejemos que administre los derechos. La administración de los derechos debe estar más allá de los desequilibrios de la oferta y la demanda, es decir, más allá de la distribución de la renta y de las oportunidades de rentabilidad del capital financiero. Debe ser el resultado de la acción consciente de la sociedad organizada".

Planteo un caso práctico. Y polémico. Por muchos años. El sistema de pensiones. ¿Cómo lo afrontan el socialdemócrata y el liberal?

"Prefiero sinceramente un sistema de seguridad social, que es una intervención pública masiva, que un sistema sin seguridad social", dice Borrell. "Dejar que todo el mundo ahorre en función de su capacidad y voluntad conduciría a demasiada gente a situaciones de inviabilidad existencial... ".

"¡Es que no es esa la alternativa!", replica Schwart. "Lo que decimos es que el sistema de la seguridad social, por razones que no han sido elegidas, la inflación, demografía y otras, ese sistema de reparto va a resultar inviable".

"Hasta ahora lo que sí han resultado inviables", dice Borrell, "son los sistemas de capitalización, ninguno de los cuales ha sobrevivido a ciclos largos de inflación".

"Entre otras cosas", dice Schwartz, "porque estaba prohibido que los activos se invirtieran fuera del país".

"Yo me remito a los hechos, que es lo que tú pides", sostiene Borrell. "Los sistemas de seguridad social por reparto han demostrado hasta ahora una enorme capacidad de equilibrio social y han aportado a nuestras sociedades, con todos los problemas que tienen, una estabilidad y una igualdad de enorme importancia histórica. Yo no creo que el problema sea demográfico. El problema de una sociedad es cómo reparte su valor añadido".

"¡Sí, ése es el tema!", señala Schwartz. "Y creo que una gestión abierta y libre, un sistema de fondos de pensiones, puede crear más valor añadido".

"Tú mismo lo dices. ¡Crees!". Zanja Borrell: "No puedo oponer razones a las creencias".

La Unión Europea. Pedro Schwartz y José Borrell libran otro intenso round, con un sorprendente acuerdo final: "En España hemos zanjado demasiado a prisa el debate europeo. Miguel Boyer tiene razón, aunque haya hablado tardíamente". La coincidencia es formal. A la hora de hablar de Europa, el liberal y el socialista hablan de dos señoras muy distintas.

"Europa se ha de hacer mucho más espontáneamente de lo que quieren los señores de Bruselas", afirma Schwartz.

"Europa es demasiado importante para dejarla al albur de los mercados", sostiene Borrell. "Es curioso. Los liberales, la derecha, están a favor de los medios, del ajuste estructural y las reducciones de déficit e inflación, pero en cambio no les importa demasiado el fin. ¡Los medios les encantan! Pero no les gusta el fin...".

"Es que el fin...", dice Pedro Schwartz con desconfianza.

"Prefiero la competencia entre monedas para que yo, con mi fondo de pensiones, pueda elegir mejor con mi gestor en qué moneda me pongo".

"El fin no es sólo la moneda única", replica Borrell, "sino la convergencia de las economías. Los que son menos se aproximan a los que son más. Y eso no interesa a los planteamientos liberales".

"Hay una artificiosidad que me da miedo", insiste Schwartz. "Con la moneda única, tengo miedo al Leviathan que se va a construir en Europa".

Hablando de miedos, le cito a Schwartz la irónica definición que hace el economista norteamericano Galbraith del neoliberalismo en alza: "Si se alimenta al caballo generosamente, algunos granos caerán para los gorriones".

"¡Eso no es el liberalismo!", protesta Pedro Schwartz. "De hecho, el sistema liberal capitalista es el que más riqueza ha creado para los pobres!".

Borrell, como un cohete: "¡Y el socialismo, el que más ha distribuido!".

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