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FÚTBOL NOVENA JORNADA DE LIGA

El Madrid se aprovecha de otro penalti

Un Zaragoza angustiado pagó sus problemas al comienzo y al final del partido

Santiago Segurola

En medio de un clima histérico, el Madrid aprovechó otro penalti a Mijatovic para seguir con el viento de cola. Su victoria no tuvo otro mérito que el aprovechamiento del estado hipertenso del Zaragoza, que vive angustiado, con un victimismo galopante los jugadores y en la hinchada. El Zaragoza sufrió las, consecuencias de sus problemas en el arranque del partido y en el último trecho, después de un meritorio ejercicio de voluntad que le permitió empatar el partido y abrir varias preguntas sobre el desplome del Madrid durante el acto central del encuentro.El estado de los equipos determinó el desarrollo del partido. El Zaragoza se encuentra desquiciado, sometido a una tensión que le supera. Ha perdido identidad en su juego, que hace poco era muy reconocible. Se trataba de un equipo con un dibujo clásico -cuatro defensas, zona, un medio centro y mucha gente con llegada- y un estilo definido. El Zaragoza tenía buen gusto para jugar. Pero los resultados y el célebre conflicto frente al Barcelona le han provocado una formidable desorientación. En una decisión que ataca a su viejo ideario, Víctor Fernández preparó un esquema desacostumbrado. Metió tres centrales -Aguado, Solana y Cuartero-, dos laterales largos -Belsué y González- y dejó la dirección en comandita a Aragón y Garitano. El experimento se tambaleó en algunas fases por el desconocimiento del sistema, por el nerviosismo reinante y por la incompatibilidad de algunos jugadores. Solapados en el medio, Aragón y Garitano apenas produjeron juego en el arranque del partido, que fue aprovechado por el Madrid para hincar la piqueta.

Mientras el Zaragoza estaba preso de las dudas y la ansiedad, el Madrid actuó con seguridad en el primer tramo del encuentro. Era un equipo dé paso firme, bien ordenado para conseguir la pelota y hacer daño a una defensa que tardó mucho tiempo en tomar sitio. El Madrid entendió perfectamente que aquellos minutos eran decisivos. Apretó y consiguió el gol muy pronto. Un gol que puso de manifiesto el desorden y la crispación en la defensa del Zaragoza, expuesta a una calamidad en cada llegada madridista. Más que nada, el tanto de Suker vino a acreditar la inferioridad del Zaragoza, que para entonces se había ganado tres amonestaciones, un síntoma de la ventolera que llevaba encima.

Con el gol se cerró un capítulo y se abrió otro. Cabía la posibilidad de una victoria aplastante del Madrid. Sólo necesitaba jugar un poco y aprovechar las deficiancias de su contrario. Pero el Madrid no jugó lo suficiente. Y a ratos no jugó. Y se encontró con el arreón del Zaragoza, que realizó un ejercicio de voluntad. Sin apenas fútbol, pero con mucho coraje, equilibró el partido y forzó tres o cuatro ocasiones en el área. Oportunidades notables, por otro lado. En plena crisis del Madrid, que se borró de manera sorprendente, el Zaragoza remató dos veces a los palos en el primer tiempo.,

El Madrid se fue del partido por voluntad propia. Se volvió especulador, se metió atrás y buscó el contragolpe con balones largos. Al cuarto pelotazo, el equipo perdió sensibilidad. Sucede cuando te quedas sin el balón y estás expuesto a un fútbol de ida y vuelta, precisamente el que más convenía al Zaragoza, que se metió en el encuentro por decisión del Madrid.

La tontera del Madrid se prolongó durante casi todo el segundo tiempo. Jugó mal y permitió la tromba inicial del Zaragoza, que empató en la segunda irrupción de Poyet, idéntica a la anterior: un cabezazo impetuoso, en plancha, marca de la casa. Desde ese momento, el partido se fue al carajo. El Zaragoza era víctima de su hipertensión y el Madrid por su desinterés en enfriar el encuentro. Lo más normal es que se desatara la tormenta, cosa que ocurrió en el derribo de Aguado a Mijatovic. Y otra vez el Zaragoza se dejó llevar por la llamada de la sangre: Radimov salió expulsado un minuto después por lanzar un balonazo a Víctor. Volvía a ser el equipo desencajado, roto por la tensión, decidido por razones extrañas a cavar su tumba, como ocurrió frente al Madrid, después de un partido que no dejó rastro de fútbol y que mantiene al Madrid con el viento de popa.

Siempre a los mismos

Incertidumbres. Es evidente que el Zaragoza no está teniendo mucha suerte esta temporada. Después de dar aliento al Extremadura afrontaba este partido con varias incertidumbres. Su situación en la tabla, el arbitraje y la continuidad de Víctor Fernández. Al final no mejoró nada su situación. Más ambición. El Zaragoza despertó cuando ya estaba perdiendo. Las indecisiones en defensa se convirtieron en un mayor control y más ambición. Dejaron los nervios y recuperaron su juego habitual. Dieron mucho trabajo a Illgner y salvo algunas contras peligrosas del Madrid mereció el empate ya en el primer tiempo. Bien aprovechado. El Madrid aprovechó los primeros minutos de desconcierto del Zaragoza. Jugó con velocidad y profundidad, creó algunas ocasiones y consiguió colocarse por delante. Después se relajó y le permitió al Zaragoza irse hacia arriba. La madera y algunas buenas intervenciones del meta madridista lo impidieron. Poyet. Higuera penetró, con velocidad por. el hueco que dejó Roberto Carlos. Alkorta no llegó a tapar el centro y Chendo no se percató de la precisión que traía. Poyet ya lo había intentado varias veces sin suerte. Esta vez ni saltó. Siempre a los mismos. La rigurosidad de los árbitros con el Madrid y el Zaragoza esta temporada está siendo alarmante. De seguir así, no nos cabe la menor duda de que Suker va a ganar a Ronaldo y de que al Zaragoza no le pasen ni una. Siempre les toca a los mismos lo mismo. Injusto. El Madrid consiguió sin creérselo los tres puntos. No se mereció tanto por tan poco. En muchos momentos ofreció una impresión bastante pobre. El fútbol es así de injusto a veces. Al Zaragoza le ha mirado un tuerto.

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