Bruguera endulza una temporada aciaga
Sergi revalida el título después de vencer en la final a Clavet
Dos citas tan concretas como señaladas permiten que el 96 de Sergi Bruguera no sólo depare penumbras. En agosto, la plata olímpica de Atlanta. Y en noviembre, justo en el epílogo de la temporada, el Master Nacional de Tenis Páginas Amarillas. Sergi Bruguera endulzó ayer un año aciago, a costa de Pato Clavet, quien ejemplifica la ingratitud a pesar de su insistencia. El madrileño ha disputado la final de las tres ediciones del Masters español. Pero ni en 1994 en Barcelona, ni en 1995 en Sevilla, ni ayer en Valencia, ha podido recibir los honores de campeón. Sergi Bruguera revalidó ayer en el Palau Lluís Puig de la capital valenciana el título conseguido el pasado año en Sevilla, tras derrotar al madrileño Clavet con autoridad en dos sets (7-5, 6-1) en una hora y tres minutos de juego.En el Masters español, el bicampeón de Roland Garrós se ha encontrado a sí mismo. Bruguera ha recobrado su poderío, su juego y su solidez de antaño. El interés de la final fue proporcional a la resistencia del tenista madrileño. El primer set, con un Clavet todavía íntegro mental y físicamente, concentró toda la espectacularidad de la final y deparó los mayores momentos de alborozo entre la numerosa concurrencia. En esta primera manga primó la igualdad. Pero sobre todo preponderó el servicio. La posesión del saque se convirtió en sinónimo de poder, de dominio. El servicio asignaba a cada uno de los contrincantes las acciones más resolutivas, los lances más vistosos y meritorios, y hasta la suerte. Con este desarrollo estaba cantado que el primer break iba a desequilibrar. Y así ocurrió. Bruguera amenazó a Clavet en el décimo juego del partido. El madrileño conservó su saque a duras penas. Pero el catalán consumó la advertencia en el siguiente servicio de Clavet, al aprovechar la primera bola de break que tuvo el partido. La primera ruptura se transformó en el primer set para Sergi (7-5). Mayor rentabilidad y oportunidad, imposible.
Y a partir de ahí la final adoptó tintes de trámite. Clavet se desmoronó e intentó sacar la oposición de un depósito ya vacío. Su resistencia se difuminó, entre errores no forzados, dobles faltas y desaliento anímico. Bruguera no tuvo piedad y aprovechó la endeblez del rival para engrosar su nómina de golpes ganadores, y con algo de fortuna y alguna decisión arbitral controvertida favorable a sus intereses, aceleró la resolución del encuentro con un contundente 6-1 en la segunda manga. Bruguera experimentaba así una sensación en desuso durante el 96, la sensación del triunfo y de la victoria.
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