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Tribuna
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Contra el acantilado

Tal vez las raíces cartageneras del presidente del Congreso y su pertenencia al escalafón del Cuerpo Jurídico de la Armada ayuden a explicar el contenido náutico de su audaz metáfora de la pasada semana sobre la Audiencia Nacional, descrita como un portaaviones que surca los mares sin control y a su aire; Trillo afirmó que ese órgano jurisdiccional central, encargado de instruir y juzgar los sumarios de terrorismo, narcotráfico, delitos económicos, extradicciones y crimen organizado, desentona del resto de la flota del Poder Judicial, que navegaría en perfecta formación de combate cumpliendo sus misiones a satisfacción de todos. El líder de la oposición, Felipe González, ha visto con simpatía esa interpretación, aun sin llegar a los extremos entusiastas del ex ministro socialista Belloch, que ya se había mostrado partidario días antes de disolver la Audiencia Nacional (una oportunidad a su alcance durante los casi tres años en que fue titular de la cartera de Justicia).Existen, sin embargo, otras imágenes náuticas más adecuadas para entender la actual ofensiva desatada contra la Audiencia Nacional, que juzgará próximamente a Mario Conde por el caso Banesto, que tiene a Javier de la Rosa entre sus ilustres justiciables y que está instruyendo varios sumarios sobre los crímenes de los GAL en los que aparecen implicados altos cargos de la Administración socialista y un general de la, Guardia Civil. Podría suceder, así, que una convergencia de intereses -no necesariamente puestos de acuerdo entre sí- estuviera interesada en hundir al portaaviones descrito por Federico Trillo con el propósito inmediato de desprestigiar la tramitación de esas, causas célebres (que han convertido en jueces estrellas a los magistrados encargados de diligenciarlas) y con el fin último de retrasar indefinidamente el juicio oral o de conseguir incluso la nulidad de las actuaciones de los sumarios

Una novela de Dapline du Maurier sirvió de argumento a Alfred Hitchcock para rodar en 1939 el filme Posada Jamaica, con Charles Lauligton en el terrible papel de sir Humplirey Pengaltan; este juez de paz -en apariencia honorable- era en realidad el organizador de una cuadrilla de bandidos que atraían con luces engañosas en noches de tormenta a los barcos hacia los arrecifes y acantilados de la costa de Cornualles para hacerlos zozobrar y saquear luego sus restos. Y, aunque esta metáfora literaria resulte excesivamente truculenta para aplicarla a la polémica organizada en torno a la Audiencia Nacional, algunas actuaciones del juez Gómez de Liaño (como sus críticas teórico-políticas al Parlamento, su proyecto de hacer declarar a los diputados designados por el Congreso para acceder a los secretos oficiales y su intento de citar como testigo al fiscal Aranda) revisten el tono provocativo de una inducción al naufragio, en tanto que algunos políticos, financieros, guardias civiles y narcotraficantes implicados en esos sumarios serían fervientes partidarios de que la Audiencia Nacional se estrellase contra las rompientes. En cualquier caso, las, imágenes de la última película inglesa rodada por Hitchcock saldrían bien libradas en su comparación con el portaaviones sin rumbo evocado por Trillo y su propuesta de "airear" de inmediato sus camarotes y sentinas.

Los posteriores llamamientos de 1 presidente del Gobierno para realizar "con sosiego y tranquilidad" las reformas en la Administración de la Justicia anunciadas en su discurso de investidura han devuelto cierta calma a la polémica desatada imprudentemente por el presidente del Congreso. El coscorrón propinado a Trillo por Azmar tiene en este caso sobrado fundamento. Sin duda, la Audiencia Nacional presenta fallos de funcionamiento y exige criterios más racionales para la selección de los magistrados de Sala y jueces de instrucción; resulta seguro, en cambio, que ese órgano jurisdiccional es hoy por hoy imprescindible para conceder extradiciones y para combatir el terrorismo, el narcotráfico y las nuevas formas de crimen organizado.

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