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Stephane Lissner dimite como director del Teatro Real

Stephane Lissner envió ayer una carta de dimisión a la ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, comunicándole su cese como director artístico del Teatro Real de Madrid por no encontrar en la Administración actual el clima de trabajo y colaboración necesarios para el desarrollo de sus funciones. Los enfrentamientos, o la falta de entendimiento, con Tomás Marco, director del INAEM, y Miguel Ángel Cortés, secretario de Estado de Cultura, han propiciado esta nueva vuelta de tuerca en la lamentable historia reciente del Real. Las fechas de inauguración y la calidad artística de las representaciones corren un serio peligro de retroceso.

, Era un secreto a voces, al que sólo hacía falta poner el día y la hora. Lissner ha enviado el preaviso de su baja con los seis meses reglamentarios que exige su contrato. Solamente Esperanza Aguirre, la única persona que contra viento y marea apoyaba su gestión frente al Patronato, Comisión Ejecutiva y otros altos cargos, puede frenar hoy una decisión que parece irrevocable. A Lissner le espera en breve la dirección del Festival de Aix-en-Provence, en el que ha conseguido reunir a Abbado, Brook, Pina Bausch, Boulez, Donhanyi y un largo etcétera de primeras figuras, algo deseable e inalcanzable de momento para un teatro como el Real.El conflicto venía de lejos. Lissner había sido nombrado por la Administración socialista, atendiendo a sus méritos profesionales al frente del Teatro Chátelet. Su gestión allí fue brillante y sirvió para que Jacques Chirac, entonces alcalde de París, oscureciese culturalmente los logros de François Mitterrand desde La Bastille.

El nombramiento por el PP de Tomás Marco, compositor que en otras circunstancias políticas dio su apoyo a las listas del PSOE y que estuvo como director técnico de la Orquesta Nacional de España (ONE) sin que su gestión solucionase los problemas de esta burocrática orquesta, propició el clima de enfrentamiento. Marco prescindió inmediatamente de Elena Salgado, directora administrativa del Teatro Real nombrada por Carmen Alborch. El tema Lissner sólo era cuestión de tiempo. La luha por el poder se convirtió en una obsesión.

El desaguisado mayor de una larga serie de conflictos se produjo cuando Marco se empeñó en que la ONE, una orquesta sin experiencia de foso, inaugurase las representaciones de ópera del Teatro Real frente a la solución propuesta por Lissner de que fuese la Orquesta Sinfónica de Madrid, actual titular del Teatro de la Zarzuela, reforzada por las exigencias que las dimensiones del Real imponían.

Programación

Lissner invitó a Víctor Pablo Pérez, un director español joven en alza, para que se hiciese cargo de las funciones inaugurales, pero éste no aceptó por incompatibilidad debido a sus compromisos previos con las orquestas de Tenerife y Galicia.

La programación de Lissner para los próximos años en el Real era ecléctica y de alcance universal en títulos y artistas. Entre las figuras que habían prometido su asistencia estaban Maazel, Wernicke, Jacobs, Rattle, Brook, Wilson y otros.

La dimisión de Lissner agrava hasta límites insospechados los planes de futuro del Real. A los 20.000 millones de pesetas invertidos y un largo rosario de excentricidades se une ahora otra grave complicación. Si Esperanza Aguirre no lo remedia, el escándalo puede ser mayúsculo.

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