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Primavera

Despabilada con indeseable adelanto sobre los calendarios previstos, y hasta hace poco puntualmente cumplidos en las últimas 10.000 convocatorias, la primavera ya cunde en casi todos los paisajes. Como a lo largo de esta semana la mayoría de la población española va a salir al campo, acaso aceptemos que el tiempo de la renovación cíclica también se instale dentro de nosotros. Vamos a tener la oportunidad de incorporarnos a los escenarios de la vida, esos que nos negamos en la cotidianeidad. Es la oportunidad, esperemos que aprovechada, de asomamos a una convivencia que nos puede permitir entender y disfrutar mejor de la condición humana. Porque como Juan Gil Albert nos recordó "si dentro no está en ti la primavera/ es inútil que en torno la respires"/ no ha de comunicarte aunque la mires/ la razón de su ser; ... /".Porque de la misma forma que nuestra piel, al contacto con los aires libres y la luz sin pantallas se oscurece, es decir, se hace mestiza y en consecuencia diluye la soberbia de la identidad única, también cabe que nuestros sentimientos se amplíen incluyendo la vastedad de lo mirado. Se nos puede poner también morena el alma con tan sólo dejar que la naturaleza se exprese y la escuchemos.

La sencillez de lo espontáneo, la libertad que emana de la ausencia de obstáculos, normas y prescripciones, incluso el sosiego y la belleza de las manifestaciones naturales pueden formar parte de nuestro periodo de descanso primaveral. Sugiero que se dejen acariciar por la ilimitada oferta del calendario. Sean, si les apetece, recíprocos con la propuesta que les están haciendo los campos. Los estados del derredor y del tiempo cíclico que lo va llenando todo de nuevos proyectos de vida son dos de los aspectos más cruciales de lo humano y de lo natural. Todos somos de una época y de los instantes que van tejiéndola. Todos somos de uno o de varios lugares. Pero no nos reconocemos del todo de esos momentos que con cadencia regular van sucediéndose a lo largo del año. Generalmente nadie se dice de la primavera o del otoño. Sin embargo, el tiempo circulando es otro de los paisajes que si son vividos multiplican el placer de contemplar y le dan su mayor sentido a la vida. El clima y el calendario son albergues de los que no podemos escapar, pero ojalá tampoco incomprender.

Lo entendió Goethe: "Todo el contenido de la vida cífrase en el retorno regular de las cosas exteriores. La sucesión del día y de la noche, de las flores y de los frutos y de cuantas demás cosas se producen en épocas determinadas, para que las podamos gozar y las gocemos, son los verdaderos resortes de la vida terrena".

La primavera es tiempo de anuncios. Por eso inunda todo el entorno con aromas, es decir, el lenguaje de las flores. Es tiempo también de canciones porque ni un solo pájaro deja de emitir músicas, las que compusieron el preludio de la primera sonata de la historia. La transparencia de un día que ya ha conquistado toda su estatura anual, permite que en nuestros ojos se multiplique la serena jugosidad del prado y del bosque. Y tal vez sin que lleguemos a percatamos del todo también llegan infinitas novedades. En todas las esquinas están eclosiónando nuevas proles. Por si fuera poco, este año, por la noche, tirita allá arriba un cometa que podemos contemplar a simple vista.

Primavera es inseparable de la alegría, de esa plaga de vivacidad que desborda al recipiente de tiempo y espacio en el que todos estamos. Abrir nuestros sentidos para que sean obsequiados con los estímulos principales que los hicieron aparecer y perfeccionarse hasta límites insospechables es una de las posibilidades de esta semana laica de descanso. ¡Aprovéchenla!

Porque la vida vivida en compañía de lo vivo y de sus acontecimientos genera, a la par que un bellísimo y por completo gratuito espectáculo, una generosa cosecha de emociones. Déjenla pasar a sus adentros, la primavera lo renueva todo, incluso la desgastada memoria de que nosotros somos también una de sus creaciones.

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