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Pasando por el aro

A primera hora de ayer lunes los oyentes de los informativos radiofónicos recuperaban las emociones propias del "carrusel deportivo" de la víspera. Desde la más inhóspita madrugada se sucedían las conexiones con las unidades móviles apostadas ante la Audiencia Nacional. Se trataba de informar sobre el proceder de Mario Conde a propósito de la fianza exigida por el Tribunal que le condenó en el caso Argentia Trust. Se pregonaba que sólo su depósito dentro del plazo acordado podría eximir al ex banquero del ingreso en prisión, mientras se sustancia el recurso contra la condena de seis años dictada por la Audiencia. El plazo legal para formalizar esas exigencias expiraba a las 9 horas. En caso de incumplimiento, según los analistas, se dispondría la conducción del condenado al centro penitenciario que señalara el juez. Mientras se desgranaban todos estos pormenores, continuaban avanzando las agujas del reloj. Desde la unidad móvil se cantaba el gol, gol, gol, gooooooooool de la llegada de Mario Conde a la puerta de la Audiencia. Venía en compañía de abogados y de otros elementos a su servicio.Los tertulianos de la primera hora ensayaban sus exégesis en el aire y adelantaban pronósticos sobre la decisión final del afectado. Sus voces sonaban igual que las de los comentaristas que acompañan al narrador principal en el partido de la jornada. Ernesto Ekaizer, el máximo experto, era requerido para aportar los últimos datos sobre los dineros procedentes de la operación Carburos Metálicos, que fueron desviados por el ex banquero hacia los paraísos fiscales de Liechtenstein con destino a ulteriores aprovechamientos personales. Se acercaba el final del plazo y del partido y la angustia informativa recordaba la de esos momentos apretados de los domingos cuando el conductor del "carrusel" reclama con autoridad "minuto y resultado". Como en las grandes ocasiones deportivas, también el encuentro de ayer había tenido su preparación ambiental. Así por ejemplo Jaime Campmany advertía a la afición sobre las consecuencias que tendría una nueva reclusión de Mario Conde y subrayaba los impulsos que le sobrevendrían para tirar de la manta. La manta que según el gran Jaime, como le llamaba Girón cuando todavía depositaba en él, sus mermadas esperanzas revolucionarias, cubre esa larga década de oprobio socialista, la época más vergonzosa de la entera historia de España, en su opinión. Al fin, en tiempo de descuento concedido por el árbitro, la sala de la Audiencia acordó suspender el ingreso en prisión de Mario Conde para examinar las garantías hipotecarias aportadas esa misma mañana por el reo.

Cambiando de orquesta pero sin abandonar la partitura informativa de esa misma madrugada, se impone atender a las afirmaciones de domador autoritario lanzadas por Jordi Pujol sobre el PP anunciando a sus socios que deberán pasar por el aro. Vienen a la memoria los recuerdos infantiles de la fusta y del terrón de azúcar, eficaces argumentos desplegados para que el animal adiestrado, por muy fiero que lo pinten, salve el obstáculo en la pista del circo, sobreponiéndose incluso al instinto de huir del fuego, pero fuera de ese ambiente circense y tétrico de domesticidad maloliente, también podría buscarse otra analogía de la mano del inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente. Él nos tiene instruidos desde hace muchos años sobre la parada nupcial de algunos mamíferos y de algunas aves de singular belleza. Así que el repaso esta mañana de las declaraciones prodigadas por Jordi Pujol, presidente de la Generalitat y de Convergència, anticipa tal vez una próxima parada -nupcial o al menos gastronómica- en Moncloa.

Peores frases había propinado unos días antes de Semana Santa Xabier Arzalluz al PP y la cena del martes con Aznar en compañía de Ardanza fue de acuerdo total y reparto del cupón para todos. Eso sí, entre nosotros que no quede el equívoco, las elecciones tocan en 1998 después de los repiques del euro.

Recapitulemos mientras tanto aprovechando la clausura de las conmemoraciones de los 250 años de Goya. Atendamos, pues, las recomendaciones de Fernando Checa, director de El Prado. Sigamos lo que decía el pintor en carta a su amigo Iriarte a la altura de 1794: "Para ocupar la imaginación mortificada en la consideración de mis males ( ... ) me dediqué a pintar luego un juego de cuadros de gabinete, en que he logrado hacer observaciones a que regularmente no dan lugar las obras encargadas y en las que el capricho e invención no tienen ensanches".

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