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FERIA DE ABRIL

Llovió

Llovió y fue como en la guerra; como si estuvieran bombardeando la Maestranza: sobre saltos, gran rebullir por los ten didos, un clamor de frases con fusas, gritos y jaculatorias; un ajetreo, un frenesí, la gente que se calaba precipitadamente los chubasqueros, paraguas abiertos, protestas de quienes se ha bían llegado sin ellos, alguna carrera hacia las puertas de salida y allí, con media docena que fueran, se formaba gran pelotón. La Maestranza, si hay que salir a escape, cuidado con ella. En la Maestranza, el día que manden evacuarla de urgencia -Dios no lo quiera- puede ocurrir un sinsabor. Y todo para tres gotas que caían. A lo mejor eran cuatro. Uno se entretenía en contar gotas y primero había de buscarlas. Buscándolas fue cuando se encontró con el padre Apeles, que presenciaba la corrida en el tendido, tan serrano. El padre Apeles debe de ser omnipresente. Lo último que uno esperaría encontrar contando gotas sería el padre Apeles.Sevilla ha conocido peores meteoros que esas tres o cuatro gotas y por eso no se explica tanto follón. Sin ir más lejos, al final, durante la faena de Jesulín de Ubrique, que arreció. Muchos aprovecharon para irse y los que se quedaron rogaban a Jesulín de Ubrique, por caridad, que concluyese aquel tostón. No hubo manera. Jesulín la debía estar gozando pegándole derechazos al borrego sin trapío, sin pitones, sin alma; algunas veces intentándolo nada más pues el borrego se había convertido en estatua.

Guadalest / Litri, Ponce, Jesulín

Cinco toros de Guadalest (seis se rechazaron en el reconocimiento), mal presentados, escaso trapío, sospechosos de pitones, flojos y descastados; 5º con genio. 4º de Gavira, con trapío, manso.Litri: pinchazo, estocada atravesada que asoma y tres descabellos (silencio); estocada y rueda de peones; se le perdonó un aviso. Enrique Ponce: pinchazo hondo, rueda de peones, pinchazo y cinco descabellos (silencio); estocada (ovación y salida al tercio). Jesulín de Ubrique: pinchazo hondo ladeado, rueda de peones -aviso con retraso-, dos pinchazos y descabello (ovación y saludos); estocada baja (aplausos). Plaza de la Maestranza 18 de abril. 13 a corrida de feria. Lleno.

La vocación derechacista de los toreros no conoce límites. Litri estuvo diez minutos pretendiendo dárselos al primero, aún más tiempo al cuarto y si no le salían fue porque su concepto del arte de torear es montaraz. Lo que llaman derechazos consistió en una surrealista teoría de enganchones.

Tampoco se privó Enrique Ponce, según cabía suponer. Enrique Ponce es de los que no se privan. Enrique Ponce cogió al segundo borrego y se entretuvo en pegarle derechazos, también algunos naturales, fuera de cacho, con el pico, sin ligar ninguno.Estos toreros y otros del escalafón aseguran que ellos saben mucho; los demás no saben na. No está demostrado, sin embargo, que su sabiduría alcance al repertorio de suertes que tiene reseñadas la Tauromaquia. Dos siglos largos de historia no pasan en valde. Que después de dos siglos el arte de torear lo hayan reducido al derechazo y un poco el natural, no deja de ser un sarcasmo.

A los toros aborregados e inválidos que torean, bueno: a lo mejor les sobra el derechazo. Pero a veces salen toros con genio y a esos hay que aplicarles técnica distinta, suertes variadas, valentía, dominio. Salió uno así, que hizo quinto, y Enrique Ponce no sabía por dónde meterle mano.

En los ayudados inquietó a Ponce la acometida fiera. En los derechazos se vio comprometido. Se echó la muleta a la izquierda y aunque por ahí mejoraba la embestida, no logró cuajar ni un solo natural. Macheteó crispado. Volvió a intentar el derechazo y se encontró ya con un toro bronco que le desbordaba avisando peligro. Lo mató de un estoconazo y este aplaudido acierto no parecía bastante en un torero de tantas contratas, tantos triunfos y tantas ínfulas.

¡Ay si saliera siempre el toro: qué barrida!

El toro no volvió a salir, es evidente. Y siguieron los derechazos, que ya había prodigado Jesulín en su anterior novillo con limpieza y ligazón, más algunos naturales y los pases de pecho empalmados. Quizá intentaba repetir la faena al sexto, pero el sexto se negó a embestir, en tanto el público se negaba a seguir allí, con la que estaba cayendo. Y, agua va, corrió a guarecerse. Bien mirado, donde se estaba a gusto era en lo enjuto tomando un cafetito.

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