Rato impone en Hacienda un equipo técnico pese a las presiones del partido
El vicepresidente segundo y ministro, de Economía, Rodrigo Rato, cerró ayer su primera crisis en un año de mandato. La destitución de Jesús Bermejo al frente de la Agencia Tributaría, su sustitución por José Aurelio García Martín y los demás cambios decididos, suponen la opción por un equipo más técnico que político. Rato ha vencido así las presiones del PP, que prefería personas de mayor confianza personal e ideológica.
El escándalo de los 200.000 millones ha supuesto para el equipo de Hacienda no sólo un cambio de personas, sino también una lección sobre lo que no hay que hacer. No cabe utilizar a Hacienda como arma arrojadiza en el campo de batalla político, sino que se debe poner manos a la obra y garantizar que la maquinaria recaudatoria funciona.De hecho, la compleja estructura de la Agencia Tributaria, donde trabajan 26.000 personas en toda España, se ha paralizado prácticamente desde el pasado mes de enero. En aquella fecha, el secretario de Estado de Hacienda, Juan Costa, efectuó la denuncia sobre la prescripción de una deuda fiscal de 200.000 millones de pesetas por culpa del anterior Gobierno, socialista.
Desde entonces, y hasta finales de junio, los efectivos de la organización se han volcado en una desquiciante labor de búsqueda de expedientes, bajo la presión de la comisión de investigación creada en el Congreso. Los resultados han sido demoledores, ya que el Congreso no corroboró las acusaciones de amnistía fiscal y amiguismo.
La organización ha quedado así fuertemente dañada, hasta el punto de que el propio Costa, descubridor del embrollo, veía como el asunto se le escapaba de las manos, rompía su equipo en pedazos y le ponía en contra a toda la inspección fiscal. Recomponer esa situación pasaba por el cese de su número dos, Jesús Bermejo, aunque en algún momento se planteó incluso la propia sustitución de Costa.
Pero llegar tan lejos habría supuesto reconocer abiertamente el fracaso de toda la operación de los 200.000 millones, lo que hubiera implicado muy directamente al propio Rato. Se ha optado por cortar por donde no había más remedio, bajo la hipótesis de que Bermejo no ha "jugado limpio" en todo este asunto.
Reconocer el error
La decisión no era fácil, ya que desde el PP incluso el cese de Bermejo se veía como el reconocimiento de ese error político. También se ha presionado por imponer algunos nombres para el recambio, con una mayor afinidad personal y política. Peto el equipo de Rato, sobre todo Costa, ha salido escaldado de ese modelo y ha optado por un hombre de la casa, que conoce muy bien sus vericuetos.García Martín, de 52 años, es inspector de Finanzas del Estado y ocupó su primer cargo de responsabilidad en el año 1981. En 1984, con el Gobierno socialista, dimitió pero volvió a ocupar otro cargo de responsabilidad en 1992. El Gobierno del PP le nombró director del Servicio de Auditoría Interna.
García Martín formará su propio equipo y uno de sus objetivos será ganar eficacia en la recaudación. Ha nombrado a Ignacio Ruiz Jarabo como director de Recaudación, después de que Fernando Díaz Yubero, actual director general de Gestión, rehusara la oferta. Díaz Yubero abandona el puesto y será sustituído, probablemente, por Marisol Fernández Doctor.
Cambiará también la directora general de la Inspección, Pilar Valiente, muy vinculada a Bermejo, y le sustituirá Francisco Valencia, actual director de Informática Tributaría. Este puesto lo ocupará Santiago Segarra.
Para Bermejo se ha creado el puesto de director del Instituto de Estudios Fiscales y Valiente pasará a ser directora del Catastro. Se crea una dirección de Organización, que ocupará Heribert Padrol, y otra de Recursos Humanos y Administración Económica cuyo responsable será Manuel Pacheco.
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