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¿Será una rosa, será un clavel?

Soledad Gallego-Díaz

¿Cómo será la nueva moneda única europea? Los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión han elegido ya el color y el diseño de los nuevos billetes y monedas, pero a los mercados internacionales les importa un comino saber si serán de color rosa o rojo encendido. Lo que les importa es saber cuánto valdrá, es decir si el euro será una moneda fuerte o débil. El tema es tan atractivo que hasta se ha convertido en argumento de una novela de intriga publicada recientemente en Holanda, en la que banqueros sin escrúpulos, especuladores y políticos participan en una conspiración financiera altamente tecnificada.La fortaleza del euro dependerá de dos cosas: su tipo de cambio y su tipo de interés. Lo primero que harán los jefes de Gobierno de los quince países miembros de la Unión Europea es decidir quienes pueden arrancar con la moneda única (la gran duda sigue siendo Italia) y dictar los tipos de conversión fijos e irrevocables entre las monedas nacionales de esos países y el euro. Es decir, dirán exactamente cuántos euros se pagarán por un marco (o por un franco, florín, corona, peseta...).

El Consejo fijará también las líneas generales de política cambiaria entre el euro y monedas no comunitarias. El Banco Central Europeo (BCE), por su parte, de forma independiente, fijará la política monetaria y, en consecuencia, los tipos de interés a corto plazo.

Esas dos variables (cuánto vale el euro respecto al marco y, lógicamente, frente al dólar o el yen, y cuánto se paga de interés), son objeto este verano de todo tipo de teorías, consejos y conjeturas. De ellas dependerá fundamentalmente el que los mercados internacionales confíen o no en la moneda europea y decidan si es fuerte o débil.

La decisión no afecta sólo a, los mercados sino también a las políticas económicas de los países que sean miembros del euro, y a sus ciudadanos. Una moneda demasiado fuerte, basada en tipos de interés relativamente altos, hará, por ejemplo, muy difícil el despegue del crecimiento económico y la lucha contra el paro. Una moneda demasiado débil podría generar mayor inflación. Una moneda fuerte beneficiaría a ahorradores e inversores. Una débil ayudaría, por el contrario, a los exportadores. Y viceversa.

Hasta ahora, los mercados parecen haber apostado por un euro relativamente fuerte, parecido al marco, tal y como defienden el Bundesbank y el futuro BCE. La notable subida del dólar en las últimas semanas se explicaría, según muchos analistas, no tanto por el miedo a un euro débil como por la inmejorable situación económica norteamericana y por la complicada situación en Asia.

Está claro, sin embargo, que los meses próximos serán escenario de una batalla europea (con fuertes presiones de los mercados internacionales) entre quienes apoyan el euro fuerte y quienes prefieren una moneda única menos potente que el marco y con tipos de interés menos altos. Y en este flanco, defendido en primera línea por los franceses, se alinearán otras muchas fuerzas como, por ejemplo, las empresas exportadoras alemanas y algunos sindicatos europeos.

Sería, pese a todo, muy aventurado creer que el euro será finalmente lo suficientemente "débil" como para favorecer el crecimiento económico europeo. Por delante de este criterio, se impondrá muy probablemente el de una moneda lo bastante "fuerte" como para infundir confianza a esos mercados internacionales, con la esperanza de una recompensa posterior.

Y a todo esto, ¿sabe alguien qué piensan al respecto en España el Gobierno, la oposición, la patronal y los sindicatos? Porque si la peseta entra en la moneda única, como sigue pareciendo muy probable, a los ciudadanos de este país nos va a importar mucho saber si el euro es una rosa o un clavel.

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