El ministro alemán de Finanzas anuncia su deseo de dejar el cargo y después se desmiente
La declaración del ministro federal de Hacienda, el socialcristiano de Baviera Theo Waigel (CSU), de 58 años, de que nueve años en el cargo son suficientes y ya basta, se interpretaron como un deseo de tirar la toalla, al menos después de las elecciones de septiembre de 1998, y cayeron como un rayo en un Bonn sumido en el letargo veraniego. Los desmentidos e interpretaciones posteriores aumentaron la ceremonia de la confusión en torno a las intenciones de Waigel, quien hace tan sólo una semana recomendó al canciller democristiano Helmut Kohl reformar el Gabinete.
El secretario general del primer partido de la oposición, los socialdemócratas del SPD, Franz Müntefering, aprovechó la minicrisis para constatar: "El sistema Kohl toca a su fin", "Waigel enterró el carro en el barro y ahora quiere largarse", "Alemania está mal gobernada" y es hora de volver a votar".Los que en los últimos tiempos han tenido contacto con Waigel constatan que el ministro no cesa de hablar de lo hermoso de la vida familiar y de las gracias de su hijo de dos años, Konstantin, producto de su segundo matrimonio con la ex esquiadora profesional alemana Irene Epple. Waigel esparce la sensación de estar hasta las narices del ingrato cargo al frente de la cartera de Hacienda, que ejerce desde hace ocho años y medio, el ministro que más ha durado en ese cargo en la historia de la República de Bonn.
Waigel, que se casó tras superar las dificultades de llevar adelante un divorcio en un entorno como el de los socialcristianos de Baviera, parece más deseoso de disfrutar de la vida con su joven esposa y su hijo que de liarse a discutir recortes presupuestarios en Bonn con sus colegas de Gabinete, en Bruselas con los homólogos europeos y en Francfort con los feroces guardianes del Bundesbank.
En declaraciones a Radio Baviera, antes de irse de vacaciones a la costa alemana del Báltico, con mujer e hijo, pero difundidas ahora, Waigel dijo: "Nueve años de ministro de Hacienda son suficientes. Es más de lo que se puede pedir. Yo he cumplido con mi deber y lo cumplo, pero ya basta". Estas palabras se interpretaron como una clara referencia a su intención de no seguir en el cargo, tras las elecciones de 1998, siempre que el actual Gobierno consiga mantenerse en el poder. No obstante, ante la ola de rumores e interpretaciones que circulaban por Bonn y de cómo dieron la noticia los telediarios de primera hora de la tarde, Waigel se apresuró desde su lugar de veraneo a quitar hierro a sus declaraciones, a través de su portavoz: "En ningún momento se comprometió sobre la duración de su mandato" y "él cumple el mandato del electorado. Lo que ocurra después depende de los votos".
Waigel abrió la caja de Pandora política con sus declaraciones de la semana pasada a Der Spiegel sobre la conveniencia de que Kohl haga una crisis de Gobierno para renovar el Gabinete y afrontar con renovados bríos las elecciones federales de 1998. Ahora, al dejar de manifiesto de forma clara su hastío, ha vuelto a dar una nueva vuelta al carrusel de las especulaciones y deja a su amigo Kohl en una situación poco agradable. El canciller no soporta la idea de actuar bajo presión y declaró que la discusión sobre la renovación ministerial es superflua.
En todas las quinielas
Con sus declaraciones y desmentidos, Waigel se coloca a él mismo en el ojo del huracán de las especulaciones y quinielas sobre el futuro Gabinete. Desde hace tiempo se habla de que Waigel está harto del Ministerio de Hacienda y le gustaría lucirse y reposar al frente de Exteriores. Esta cartera resulta por ahora un coto vedado, porque pertenece a la cuota otorgada al socio menor de la coalición, los liberales del FDP.
Entre los socialcristianos bávaros no faltan quienes desean tapar la boca de una vez al FDP y dejarles el Ministerio de Hacienda para que vean lo que pueden hacer, en vez de obstaculizar, como hasta ahora, los intentos de subidas de impuestos. A cambio, el FDP entregaría Exteriores, una buena salida para Waigel con gran oportunidad de lucimiento, más que en el ingrato puesto de cancerbero del dinero público.
Desde que empezó a hablarse de cambios, el FDP ha declarado sus ministerios (Exteriores, Economía y Justicia) como tabú y dijeron que sacar a Klaus Kinkel de Exteriores equivale a cargarse la coalición.
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