Lo normal
La gente cercana al presidente del Gobierno suele decir que se trata de un extremista de la normalidad. De hecho, la mayoría de sus ministros están homologados, como los personajes de Patricia Highsmith. Ahí tienen, por ejemplo, a Isabel Tocino, Alvarez Cascos, Miguel Ángel Rodríguez... La nómina es tan extensa que no cabe. Y aún no hemos mencionado a Arias-Salgado, procedente de una familia tan normal que su padre mereció ser ministro de Franco, ese hombre corriente; ni a Margarita Mariscal, la patrocinadora de Poyatos, un tipo estándar que destacaba demasiado en un ambiente tan pintoresco como el de la justicia. Quizá, pensarán algunos, Aznar se ha rodeado de personas excesivamente normales, pero es que él no es partidario de la normalidad normal, sino de la normalidad extravagante o fantástica. Es un fanático, en fin, de lo normal, y lo lógico es que lo defienda a bofetadas, como un fundamentalista del montón. Por eso son normales las tortas de Villalonga al mapa audiovisual: después de todo, se trata de un hombre normal que obedece con normalidad a quienes le han regalado el sillón que detenta normalmente.
No entiende uno, pues, por qué se escandalizan los lectores cuando ven el acoso del Gobierno a todo lo que representa este periódico. Lo normal es que quieran cerrarlo y fusilar a sus consumidores. Lo que pasa es que no siempre pueden actuar con normalidad porque hay una legislación que se lo impide, aunque normalmente intentan saltársela para regularizar sus instintos. Personajes de Patricia Highsmith, ya decimos, de comunión diaria y todo eso, que por debajo de sus vidas normales han empezado a escribir una historia inquietante que en este caso también es nuestra historia. Que Dios nos coja, normalmente, confesados.
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