¿Era Diana de izquierdas?
Diana obtuvo el favor popular gracias a que opuso su individualidad a la política, las instituciones y el Estado
ENVIADO ESPECIAL
La reina de Inglaterra sólo suele dirigirse a la nación una vez al año con motivo de la Navidad y únicamente, en grandes acontecimientos, la fuerzan a cambiar la tradición. Una de estas ocasiones se produjo ayer por la tarde y es seguro que no lo aceptaba dé buena gana. La decisión de presentarse ante la televisión ha podido costearle tanto esfuerzo y retorcimiento interior que The Times la calificaba ayer como "la noticia más significativa desde la muerte de la princesa de Gales".
A pesar de lo que digamos los periódicos, es difícil transmitir el choque registrado entre la emoción de la calle y la impávida actitud de la corona. La gente de su parte, no podía consentir que la casa real continuara sin mostrar un signo de dolor, y no ya por desconsideración a la princesa, sino por desdén hacia el pueblo mismo. Pero, de la otra parte, la casa real no podía abdicar de sus sentimientos blindados en los circuitos de la majestad. La reina Isabel estrecha la mano, pero es insólito que lo haga sin guantes. La monarquía británica tiene sus formas que son, una vez perdido el fondo, el mayor patrimonio que posee. Renunciar a él, ceder en los ritos, es empezar a desvestir la realeza de lo sagrado y por ese camino precipitarse en la indeterminación.
No es por tanto poco lo que la reina ha cedido para reconciliarse con sus súbditos. Ha renunciado incluso a su extensa forma de hablar a través de insignias. Nunca, en la muerte de nadie, ya fuera la. misma reina Victoria, la bandera del palacio ondeó a media asta. La leyenda "el rey ha muerto, viva el rey", asegura que jamás puede anunciarse un vacío. La excepción que se ha autorizado con Diana Spencer significa pues un vuelco para el que dudosamente la reina tenía preparado el corazón. ¿Golpe a la monarquía? Las cosas tras el entierro de Diana ya no serán en la familia Windsor como solían y la institución, ahora también carcomida por fuera, podría alterar su porte y su moral. "Balmoralidad" le llamaban en el siglo XIX a la extrema severidad que caracterizaba a la realeza, acostumbrada como ahora a veranear en aquella residencia escocesa. Desde Balmoral llegó la reina para grabar ayer su alocución al país y en ella enaltecer -si bien mordiéndose de vez en cuando los labios- a la que fue su incontrolada nuera.
Nunca habían sufrido un caso así los Windsor. "Los Windsor", escribió ayer Simon Hoggart en The Guardian, "son como el doctor Frankenstein; toman a una persona rudimentaria o medio formada, la ponen sobre una plataforma y le dan vida pública. Ella (Diana) en lugar de alzarse y crear terror o desazón, repartió simpatía y bienestar. La tragedia de los Windsor es que no han podido soportarlo".
Pero se lo han tragado. Y el país ha recibido este cambio de actitud como una prueba más del poder que ha ganado Diana. ¿Un triunfo de la izquierda? ¿Es Diana un estandarte laborista? The Times, en la víspera del entierro contestaba a esta pregunta afirmativamente. En opinión de su colaborador, John Lloyd, todas las comparaciones entre el sepelio de hoy y el de Churchill o el de la reina Victoria son ridículas. "En el centro de aquellos funerales", dice Lloyd, "se hallaba el tributo a un servidor claro e inequívoco del Estado. La gente sabía el gran valor de la aportación que sus figuras habían brindado, pero ¿qué conoce la gente del servicio de Diana al Estado?". Ciertamente no se conoce mucho. Pero efectivamente la gente está pensando en otra cosa más allá de la política, las instituciones y el Estado. Justamente de lo que Diana obtuvo el mayor favor popular fue de oponer su individualidad a todo eso. No puede decirse en ningún sentido que fuera perfecta. Sólo al final empezó a equilibrarse y, al compás de ese equilibrio, absoluto ahora con su muerte, ha desequilibrado la corona. La ha empujado a cometer el largo traspiés de toda esta semana y a seguir después respecto al público y hasta el borde del funeral con el paso cambiado.
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