Las chicas con las chicas
Inglaterra, país que ha sido siempre bastante machista -por eso fue allí donde comenzó el feminismo-, descubre no sin cierto asombro que en todos los colegios, públicos o privados, las chicas son más inteligentes que los chicos. Con una diferencia mínima en los colegios públicos, máxima en los privados (no sé por qué: algo de la guerra de clases, quizá).Lo supimos aquí ya, en los buenos tiempos: cuando comenzó la coeducación republicana encontramos que nuestras compañeras sabían más, aprendían mejor. Hubo un cuento de Alfredo Marqueríe que se llamó Amores parasitarios: los chicos que se relacionaban con una compañera para que les explicase el curso y les hiciera los deberes (que entonces no se llamaban "deberes" , sino "tareas"). Sí me aproximaba yo a las "jóvenes en flor", o aún en capullo: en primer lugar, por profunda afición. Que jugaran al fútbol los otros, allá ellos. En segundo lugar, porque lo sabían todo, lo explicaban todo, y eran capaces de cuchichear -soplar, se decía- hacia mi finísimo oído de ignorante desesperado sin qué llegara al del profesor. Les debo mucho. Y una educación sentimental.
Los ingleses descubren, lógicamente, que en los colegios donde no hay coeducación -en los religiosos; en los católicos, sobre todo- las muchachas alcanzan mejores valores que los chicos en los suyos. Aquí también se ha discutido: hubo debates en algunas televisiones, ciertas feministas dieron la vuelta a los argumentos antiguos y optaron por la educación separada.
Diferenciación
Parece que ha decrecido la campana: son los estudiantes los que se oponen; todavía la educación separada es retrógrada. Yo sigo siendo partidario de la coeducación: lo que algunas puedan perder en notas lo ganan en rotura de cascarón antiguo, en sentido de la diferenciación. Se ha ganado en mezcla de clases sociales, de orígenes geográficos.
Creo que la sociedad es más libre, algo menos desgraciada y más humanizada desde que hay coeducación, aunque todavía se sigan viendo -sobre todo en las noches de movida- bandadas de mujeres, bandadas de hombres, que charlan por separado. Y en los restaurantes se vuelven a sentar señoras con señoras. No sé, socialmente, a qué obedece: temo que haya una cierta corriente de discriminación, que yo creí en tiempos que era lo que se necesitaba desterrar. O será de discriminación inversa.
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