Un descubrimiento que todavía tiene hilos sueltos
La concesión del Premio Nobel de Medicina a Stanley Prusiner ha sido una sorpresa por la premura con la que se le ha concedido, pero no por el interés de su hallazgo. Prusiner ha establecido un nuevo concepto, la transmisión de una serie de enfermedades, las encefalopatías transmisibles espongiformes, mediante un "agente infectivo" formado exclusivamente por una proteína, sinácido nucleico. Esta proteína se denomina prión. Lo tradicional es que los agentes infectivos tanto bacterianos como virales lleven la información genética en la secuencia de su ácido nucleico ADN o ARN, lo que les permite multiplicarse haciendo nuevas copias de su genoma. De hecho, su replicación es muy rápida y cada vez que infectan a una célula producen decenas o cientos de miles de copias del ácido nucleico, lo que les permite extenderse a otros seres vivientes de varios reinos (animales, plantas, bacterias ... ).En contraste con esta forma de multiplicación de los virus, Prusiner ha propuesto que el agente que transmite la enfermedad de las vacas locas (síndrome de Creutzfeldt-Jakob) en el hombre, y otras encefalopatías espongiformes, es simplemente una proteína, y lo que es todavía más chocante, una proteína que tenemos todas las personas y animales sin encefalopatías espongiformes. La proteína que transmite la enfermedad tiene (en una serie de encefalopatías espongiformes) la misma secuencia que la proteína de los individuos sanos, pero se diferencia de ella en su estructura, en que se pliega de forma diferente. En contraste con lo que sucede con el DNA o RNA de los virus, esta proteína no se replica a sí misma; simplemente, cuando se pone en contacto con una proteína normal, hace que ésta cambie de conformación y adquiera la de la proteína causante de la enfermedad. Los priones, con la estructura que da lugar a la enfermedad, actúan como un molde sobre los priones que no causan la. enfermedad, cambiándoles su conformación. En palabras de Prusiner: "La búsqueda de la partícula viral invisible que causa la enfermedad de scrapie y de otras encefalopatías espongiformes transmisibles ha sido frustrante y ha tardado tanto tiempo porque esos virus no existen". El agente causal de estas encefalopatías es una proteína celular con la estructura cambiada.
En humanos se describió la enfermedad de Kuru en Nueva Guinea Papúa. Dos científicos, uno australiano, Vicent Zigas, y otro norteamericano, Carleton Gajdusek, describieron en 1957 una enfermedad mortal caracterizada por falta de coordinación y más tarde por demencia. Los individuos afectados probablemente adquirían esta enfermedad a través de un ritual que implicaba canibalismo. Los miembros de la tribu rendían honores a los muertos comiéndose su cerebro. Gajdusek propuso que el Kuru se transmitía por un agente infectivo, probablemente un virus, al comerse el cerebro del cadáver. Por este hallazgo, Gajdusek recibió el Nobel de Medicina. Prusiner ha demostrado que la enfermedad se transmite por los priones y no por un virus convencional, y también ha recibido el Nobel.Otras enfermedades
Existen otras dos encefalopatías espongiformes humanas con síntomas parecidos, la enfermedad de Gerstmann-Straussler-Scheinker y el insomnio familiar fatal, que, a diferencia de las anteriores, se deben a una mutación en el genoma de los individuos que la padecen y son, por tanto, hereditarias. Esta mutación se da en el gen que codifica el prión y hace que éste cambie de conformación produciendo la enfermedad. Ambas dan lugar a síntomas que aparecen hacia la mitad de la vida, permitiendo que haya descendencia, a la que le transmiten los genes mutados. Todas estas enfermedades tienen en común la formación de placas en el cerebro, que adquiere un aspecto espongiforme.
El nuevo concepto de una proteína con la conformación alterada como vehículo de transmisión de enfermedades es ciertamente revolucionario y ha roto los esquemas mentales de los biólogos y ello ha sido, sobre todo, porque esta proteína es capaz de memorizar distintos cambios de conformación, propios de priones de varias especies. La memoria genética es una propiedad que se atribuía a los ácidos nucleicos, en los que se almacena la información mediante una secuencia de cuatro elementos. Sin embargo, la proteína de los priones almacena esta información sin cambiar los aminoácidos que la forman ni su orden, simplemente cambia su conformación. Para ello necesita la ayuda de unos cofactores todavía no identificados. La existencia de estos cofactores ha sido propuesta por el propio Prusiner, de ahí que sorprenda un poco la rapidez con que se le ha concedido el Premio Nobel claramente merecido por la magnitud del descubrimiento, sin que estén atados todos los hilos de esta nueva teoría.Luis Enjuanes es profesor de investigación en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.