Ocho escultores interpretan 'Ciudades sin nombre'
Siete instalaciones de ocho escultores internacionales forman la exposición Ciudades sin nombre, inaugurada ayer en la sala de la Comunidad de Madrid (plaza de España, 8). El comisario de la exhibición, el crítico Juan Antonio Álvarez Reyes, ha prolongado su propuesta de La casa, su idea, desarrollada en el mismo lugar hace dos temporadas, con un nuevo proyecto de las relaciones entre escultura y arquitectura. En Ciudades sin nombre participan artistas de diferentes lugares: Jordi Colomer, de Barcelona; Tony Cragg, de Liverpool; Liliana Moro, de Milán; Miquel Navarro, de Valencia; Julian Opie, de Londres; Anne y Patrick Pirier, de Nantes, y Manuel Saiz, de Logroño. El montaje estará abierto hasta el 29 de marzo.
Álvarez Reyes plantea las reflexiones teóricas, críticas o poéticas sobre la ciudad de los artistas en un momento de crisis del pensamiento urbanístico. "Del modo de habitar personal hemos pasado en esta muestra al colectivo", declaró ayer el comisario. "No se trata de paisajes urbanos o figuraciones de ciudades, sino de ciudades sin nombre, donde intervienen una serie de escultores".
Las mínimas piezas de Manuel Saiz y las torres de ladrillos de Tony Cragg inician el montaje de la exposición, con espacios concretos dedicados a las instalaciones de cada artista. Saiz relaciona sus piezas de barro rojo con la informática y con los errores o catástrofes de las pisadas. Los bloques de Cragg tienen como referencia la ciudad de las torres, plantadas por Le Corbusier en el movimiento moderno.
El Terraplén, de Miquel Navarro, es la ciudad como casco, con elementos totémicos y viarios en hierro fundido. "Es la ciudad de la mirada, con sus espacios interiores del poder y de lo erótico", declaró ayer el autor de varias ciudades desde los años setenta. "Hay zonas más minimalistas y otras más descriptivas; una ciudad como pretexto y reunión de obsesiones".
Juego de escalas
El juego de escalas de Colomer se une a la ciudad ideal planteada por Malevitch en las maquetas y la fotografía, en el blanco y el negro. Liliana Moro reúne edificios de cartón y bombillas de Navidad con una intención de ofrecer modelos, como en el caso de Julian Opie con su granja fortificada de hágalo usted mismo, una crítica de la ciudad jardín.Anne y Patrick Poirier ocupan una enorme maqueta de madera pintada junto a unos dibujos que explican el proceso de Nmémosyne, con la situación en el cerebro de los archivos del arquitecto. Según el comisario, los artistas insisten en su tema de las ruinas clásicas, una visión arqueológica de la arquitectura de la razón y la utopía, de Boullée y Ledoux, la reconstrucción de una ciudad.
Babelia
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