Por la igualdad real
En este Día Internacional de la Mujer convertido en Fiesta reivindicativa por la igualdad real es bueno recordar que hace doscientos años de la primera Declaración de los Derechos Humanos, nacida de la Revolución Francesa, y cincuenta años de la segunda Declaración de los Derechos Humanos, aunque, al parecer, todavía no estamos las mujeres incluidas en tan majestuosas declaraciones.Sería falso proclamar que no hemos avanzado nada, pero también lo sería decir que se ha conseguido la igualdad cuando el panorama de la sociedad mundial grita cada día lo contrario. Ni en el trabajo ni en la política ni en la vida familiar existe esa igualdad. Las excepciones son la anécdota pura y simple.
Las legislaciones se van reformando, acercándose al reconocimiento de nuestros derechos, pero aún no recogen en su totalidad la corrección de las peculiaridades que cercan y relegan a la mujer al segundo plano de siempre. Una de las peculiaridades, es la maternidad. Necesitamos una legislación, no sólo para protegerla, sino para reconocerla como algo que trasciende lo personal para pasar a ser una labor social de capital importancia.
Quizá así dejaría de ser una excusa para apartar a las mujeres del trabajo o de cualquer posibilidad para conseguirlo. Esto es a modo de un solo ejemplo, pero hay otros que están golpeando nuestra sensibilidad a dos años del si glo XXI. Las mujeres de otras culturas, en los diversos terceros mundos, y su trágica vida; las mujeres sojuzgadas de Kabul y otros países islámicos, y las mujeres maltratadas o muertas por sus compañeros en el mundo occidental. La concepción machista del mundo ha viciado las sociedades, vicia la relación hombre-mujer y es la responsable de las desgracias de tantos seres humanos.
No puede pasar de moda el feminismo en esta época, en lo que tiene de conciencia y denuncia. Legalmente tenemos todos los mismos derechos, y el trabajo de cada día de cada una de nosotras es hacer que se cumplan. Un trabajo doble, hacia fuera, reivindicando, haciendo ver las contradicciones en cada cosa, en cada atropello, en cada abuso; y hacia dentro de nosotras mismas, rompiendo los roles y los moldes que nos encorsetan, nos relegan y nos impiden ocupar nuestro sitio exacto, como seres humanos totales.- .
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