Manuel Pacheco, poeta
Poeta, pero, sobre todo, hombre comprometido con su época y su entorno más próximo. Manuel Pacheco, una de las voces poéticas más importantes de Extremadura en el presente siglo, falleció ayer en Badajoz a los 78 años. "Soy un libro delgado, de páginas muy blancas, donde la vida escribe sus sensaciones", decía a modo de autorretrato. Nacido en 1920, en Olivenza (Badajoz), ingresó a los siete años en el orfelinato de la Diputación Provincial, circunstancia que dejó gran huella en su vida: "Era demasiado pequeño para ingresar en un hospicio". Lo abandonó a los 16 años, coincidiendo con la llegada de instructores alemanes.En su adolescencia ejerció como obrero de la construcción, aguador, comerciante, hasta que ingresó en la Pagaduría Militar del Ministerio de Defensa, donde se jubiló. De formación autodidacta, en 1949 apareció su primera obra, Ausencias de mis manos. Seguirían después El arcángel sonámbulo, En la tierra del cáncer, Los caballos del alba... Se le vincula a los novísimos de la generación poética de 1951, junto a Gloria Fuertes, Celaya, Labordeta... "Hicimos que la poesía, que estaba en las nubes, bajara a la tierra", señaló Pacheco, otorgando a la poesía un carácter social: "Toda la poesía es social, lo es la de Quevedo, la del Arcipreste de Hita...", dijo en muchas ocasiones.
Con la llegada de la transición se sumó con una enorme fuerza vital a los festivales de música, poesía y convivencia que recorrieron Extremadura. Ya antes, en pleno franquismo, abrió caminos con recitales en zonas deprimidas, como la Siberia: "La poesía hay que llevarla al pueblo", reclamó continuamente.
La Fundación March le concedió una beca para realizar un trabajo poético sobre el cine. De recursos económicos muy ajustados el Ayuntamiento de Badajoz le otorgó un piso en una barriada pacense. El reconocimiento oficial a su vida y su obra le llegó con la concesión de la Medalla de Extremadura. Su obra ha sido objeto de tesis en diversas universidades europeas y latinoamericanas. El presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, le calificó ayer como "una gloria indudable- de las letras extremeñas, una persona entrañable y un amigo". El escritor Miguel Murillo se refirió a él como "un poeta coherente que escribía como vivía".-
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