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51º FESTIVAL DE CANNES

La consagración de un cómico

Roberto Benigni ha causado sensación en Cannes. Y no sólo por el impresionante número que organizó anoche al recibir su premio (cuando oyó su nombre dio un salto en el patio de butacas, salió corriendo a toda velocidad, se puso de rodillas delante de Martin Scorsese gritando «Ti amo, Martino», y luego fue llorando a besar uno por uno a todos los miembros del jurado). Como sucedió en Italia, el estreno de La vida es bella -una fábula sobre el poder salvador del humor y la necesidad de fantasía que transcurre primero en la Italia fascista y luego en un campo de concentración- resultó en Cannes todo un acontecimiento. Marisa Paredes, que aceptó un pequeño papel en la película sólo por conocer a Benigni, contaba en el avión de vuelta de Cannes que jamás había visto un estreno como ése.Hubo carcajadas y risas, aplausos subrayando las escenas más divertidas y las más dramáticas, lágrimas y tensión... Al final del pase de gala, con el jurado y la plana mayor del festival de cuerpo presente, las ovaciones, los bravos y los gritos de ¡Palma de oro! duraron 20 minutos. Benigni saludaba emocionado, los brazos abiertos, sonriendo como un niño, pareciéndose muchísimo a su personaje en la película, un antifascista por naturaleza que vive envuelto en una nube de magia y poesía.

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Pitos y pateos

En la sesión de la mañana, la de los críticos y periodistas, la acogida había sido mucho más polémica: un sector silbó y pateó. Algunos medios franceses (Le Monde sobre todo), aún reconociendo el mérito de la película, han acusado a Benigni de tapar con una habilidad disfrazada de ternura la verdadera historia del Holocausto. Ya le pasó en Italia, a pesar de que antes de rodar contactó con organizaciones judías en busca de asesoramiento. «Me ayudaron mucho, aunque al principio les daba miedo. Esperaban a Benigni el loco: "Buenos días, soy Benigni, que voy a hacer una película sobre el Holocausto". "Adiós, muchas gracias».En la calle, Roberto Begnini es el mismo personaje que interpreta en sus películas. Un tipo delgadísimo y calvete, cariñoso, feo como un dolor de muelas, despistado y divertido hasta hacer llorar. Cómico de nacimiento, está dotado de un humor de bufón, inteligente y desmesurado, hecho de repeticiones y coincidencias inesperadas.

Algunos recordarán su jeta inolvidable de asesino en Down by law, o su recreación de un taxista majareta en Night on earth . Menos habrán visto sus películas, muy mal estrenadas aquí, El pequeño diablo y Johny palillo. Por eso, el premio de ayer no sólo supone su consagración, sino una ocasión de lujo para conocer al actor que Fellini y Mastroianni consideraban un genio.

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