Mariblanca
Querida Mariblanca (*):Me llaman la Marinegra, aunque mi nombre es Inmaculada. El apodo hace referencia a lo bien que se me dan los morenos. Soy lumi, señora mía, y tengo edad indefinida, pero estoy jamona, al decir de mi variopinta clientela. Soy una puta nómada y muy leída. Tuve la suerte de estudiar con las monjas, si bien es cierto que ellas abominan de mí y jamás me invitan a la fiesta de antiguas alumnas. Me conozco Madrid de cabo a rabo, dicho sea sin señalar: comencé en la Ballesta, seguí por Echegaray, pasé a la Gran Vía, Montera, Jardines y Caballero de Gracia; trabajo también en el parque del Oeste y Capitán Haya. Actualmente soy la reina de la calle de la Cruz... Y lo que te rondaré, morena. Soy ramera vocacional, y lo seguiré siendo hasta que la muerte nos ampare. Aunque mis compañeras se lo toman a risa, me gusta leer. Los libros me provocan más que la televisión y el cine.
Como usted se puede imaginar, lo mío es la Feria del Libro, donde hago mi agosto en mayo y junio, inasequible a los diluvios. Pero este año no me he comido ni un rosco. Me da la impresión de que los escritores actuales son bastante sarasas y sólo se enrollan con efebos. Una pena.
Señora Mariblanca, las lumis de Madrid estamos a la espera de un milagro. Los travestis, los transexuales y los efebos están acabando con nosotras. Pero si se acaban las putas, se acabó la historia.
(*) La Mariblanca es una de las estatuas más peregrinas de Madrid. Fue esculpida por Rutilio Gaci en 1618. En 1838 es trasladada de la Puerta del Sol a las Descalzas. En 1892 la internaron en almacenes de la Villa; más tarde la llevan al Retiro, al Museo Municipal, al paseo de Recoletos y, de nuevo, al museo, donde hoy se encuentra. Hace unos años, una reproducción de la Mariblanca es ubicada en la Puerta del Sol, justo donde antaño reinó. Creada como una alegoría de la Fe, pero todo el mundo sabía que era la diosa Venus, patrona de la lujuria.
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