"La gente sabe quién quema el monte"
El PP y la Xunta se han quedado solos defendiendo la tesis de la "trama organizada" para explicar la oleada de incendios de la última semana en Galicia. Entre el 9 al 27 de agosto se registraron centenares de siniestros, que arrasaron 18.500 hectáreas de monte. Ni los partidos de oposición, ni los sindicatos, ni los ecologistas, ni la Organización Galega das Comunidades de Montes dan crédito a los populares. Nadie discute que más del 90% de los incendios son intencionados. Pero no tan malintencionados. Las chispas saltan al evaluar la política forestal del PP. La Xunta que gobierna Manuel Fraga sostiene que su sistema, el Plan Infoga, ha demostrado una vez más su eficacia, y Fraga reta a "los demás" a que, como él mismo ha hecho, se atrevan a decir que en sus filas no hay incendiarios: él pone la mano en el fuego por el PP."Son insinuaciones infamantes, peligrosas e indignas", replica Miguel Cortizo, portavoz socialista en temas medioambientales. "Fraga no está dando la talla política, con su prepotencia, ni talla intelectual, porque lleva ocho años con la misma cantinela. Todos intuimos que los incendios son intencionados, pero si hay alguna trama con ese objetivo, tendrá que haber algo más que intuiciones: que nos digan el resultado de las investigaciones de estos años", desafía.
El PP recurrió a sus juventudes para perfilar un pelín la identidad de la denunciada "trama" y no aburrir con el soniquete. "Grupos muy bien organizados, juveniles, vinculados con el nacionalismo radical gallego", apuntó el presidente de Nuevas Generaciones, Ale-xandre Gómez. No se sabe de ningún detenido que responda a esas características. Los dos últimos, en Portomarín (Lugo), eran dos veraneantes de 16 y 17 años, residentes en Barcelona, a quienes la Guardia Civil sorprendió prendiendo fuego con un mechero. El propio alcalde, del PP, defendió la inocencia de su acción calificándola de trastada juvenil. El diputado nacionalista Francisco Rodríguez tacha de "estupideces" las insinuaciones de Nuevas Generaciones. "A estos lobitos feroces ya no les cree nadie", desdeña.
Ha habido quien ha prendido fuego al monte por el mero capricho de ver actuar a los aviones. Los marineros, a veces, se hacen a la mar probando las bengalas caducadas, como un juego, y también algunas han prendido llamas en bosques de la costa. Un anciano de A Liña (Ourense) fue detenido en un impresionante despliegue de la Guardia Civil porque andaba ennoviado y al volver casa, de noche, encendía malezas de la cuneta, llevado por una locura de amor y miedo a la oscuridad... Pero más de 400 incendios simultáneos, como ha ocurrido este mes, no se explican con casos de ese jaez. Tampoco es fácil encerrar a un incendiario, salvo en el psiquiátrico, por pirómano. No es extraño el caso en que, una vez llevados ante el juez, éste aprecia taras psíquicas en los detenidos. A los demás, los que están en plena posesión de sus facultades, no es fácil pillarles con las manos en la masa. Su proximidad a un foco no asegura nada: pasaban por allí, estaban esperando a la brigada de extinción para ayudar...
"La gente de los pueblos sabe quién quema el monte", afirma Tomás Fernández-Couto, director general de Montes. Muchos incendios, la mayoría, se generan en las prácticas agrícolas de la quema como sistema de desbroce. La propia Xunta concedió en sólo tres años 600.000 autorizaciones al efecto. "Es un filtro de control,
porque así sabemos quién, cuándo y dónde quema", afirma Carlos del Álamo, consejero de Medio Ambiente. "Eso mismo lo hacían antes de modo anónimo y con más riesgo".
Unos queman para eliminar malezas. Otros, para que el ganado mostrenco aproveche los pastos subsiguientes. Los hay que quieren acabar con las alimañas, jabalíes y lobos, que se esconden en la espesura tras estragar maizales y rebaños, sin que nadie les indemnice. La ley obliga a que los responsables de los cotos de caza paguen los daños, pero no se cumple. Hay cazadores que no dudan en plantar fuego a los tojos para borrar esa frontera a la perdiz, o al monte cerrado para abrirse paso a zonas donde saben que cobrarán conejos u otras piezas. Hay, en fin, mucho litigio vecinal en el deslinde de los montes -casi 700.000 hectáreas en mano común, 300.000 propietarios, 2.700 comunidades- porque las propiedades no están inventariadas y delimitadas, esto suscita usurpaciones de madera o de terrenos y, en definitiva, el resquemor y las venganzas acaban por levantar chispas de arrebato que prenden en los árboles.
"Funciona cuando llueve"
Y todos, absolutamente todos, sin ir lejos del lugar o parroquia donde viven, reconocen los días en que sus ganas de plantar fuego, por un motivo u otro, encuentran las mejores condiciones de materializarse. No con lluvia, claro está. Ni porque atiendan a ninguna voz de mandoLa caída demográfica de las zonas rurales y las políticas europeas de producción agraria, fundamentalmente, han desequilibrado los usos tradicionales y plantean la necesidad de un nuevo modelo de explotación del monte. Es lo que reclaman PSOE y BNG como solución de fondo al problema incendiario, que "no es de un partido ni de un Gobierno, sino del país entero, y no se puede instrumentalizar como arma política", dice Miguel Cortizo. Hoy incluso falta la ordenación necesaria entre cultivos, pastos y bosques, lo que potencia desaguisados e incendios.
Al Plan Infoga de la Xunta se le achacan otros vicios: descoordinación, por carecer el dispositivo de extinción de un mando único; alto coste de los servicios contratados a empresas privadas; utilización políticamente clientelar, por parte de los alcaldes, en la contratación de peones para las brigadas, la falta de profesionalidad de éstas, la penuria de medios; las rencillas, a veces de efectos incendiarios, de los que han sido excluidos de las mismas... "El Infoga sólo funciona cuando llueve", concluyen sus críticos, y de hecho, la oleada de incendios de la semana pasada acabó al bajar las temperaturas y con las primeras lluvias después de casi dos meses de sequía.
La Xunta ha destinado este año 6.700 millones de pesetas -más de 50.000 millones desde 1990- a apagar los fuegos del monte, lo que no ha evitado su proliferación ni que hayan ardido ya más de 30.000 hectáreas este año. Tal sería la evidencia de su fracaso. Pero para Manuel Fraga "no hay nada mejor por ahora", y Carlos del Álamo abunda en ese criterio: "Han sido apagados miles de fuegos en muy pocos días, eso demuestra que funciona".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.