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El ganador del Goncourt 1997 afirma que Napoleón "inventó la propaganda"

El ganador del premio Goncourt 1997, con la novela histórica La batalla, era hasta hace un año un outsider de los circuitos literarios. Patrick Rambaud (París, 1946), cuyo aspecto físico y aire distraído recuerda a Woody Allen, se ha pasado buena parte de su vida haciendo de negro, escribiendo lo que otros firmaban. "No me creaba frustración, era un trabajo como otro cualquiera, ponía la técnica al servicio de especialistas (por ejemplo cirujanos o profesores) que querían contar algo y no sabían cómo, y para mí era sencillamente una manera de ganarme la vida", ha dicho Rambaud esta semana en Madrid.La batalla (editorial Martínez-Roca), que en España se acerca a su segunda edición y en Francia ha vendido 400.000 ejemplares, narra la batalla de Essling (Viena, 1809), la primera derrota de Napoleón, que pasó casi desapercibida gracias a las finas dotes del político francés para ocultar sus fracasos. "Napoleón inventó la propaganda moderna, es el primer dictador que utiliza la imagen como publicidad y fabricó su propia leyenda. Tras la guerra de Italia pareció que ganaba batallas, pero perdió dos", reflexiona Rambaud. Su próximo proyecto es contar la segunda parte de La batalla, cuando las tropas napoleónicas se retiran de Rusia.

La paradoja es que a Rambaud, que manifiesta interés por Quevedo, Flaubert y Louis Aragon, apenas le apasionan las campañas napoleónicas. Como tampoco le inspira Balzac, al que según cuenta le debe parte del éxito del libro (ganador también del Gran Premio de la Academia Francesa): "Balzac había dejado a su madre y sus amigos numerosas cartas en las que les contaba lo mucho que le hubiese gustado escribir esa historia, y eso es lo que me motivó a hacerlo yo".

Confiesa que le cansan las servidumbres del éxito -"no te deja tiempo para pensar"-, aunque aún no sufre por la fama: "No soy Gerard Depardieu". Rambaud dedica a su oficio tres horas al día y el resto lo pasa leyendo, cuidando las plantas de su casa parisina y cocinando. Se acabó lo de escribir para otros. "El Goncourt" -cuyo beneficio se traduce en prestigio y ventas: en metálico sólo supone 50 francos, unas 1.250 pesetas- "me ha proporcionado la tranquilidad para escribir lo que yo quiera".

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