El Rally de Inglaterra persigue a Sainz
En realidad, lo que Carlos Sainz hizo el pasado lunes fue superarse. El piloto madrileño, aunque sin duda de forma menos cruel, ya había sufrido experiencias similares. Siempre en el mismo escenario, el Rally de Inglaterra, y con idéntico desenlace: perder el título de campeón del mundo en la última carrera.
Le ocurrió ya en 1991, cuando después de concluir la segunda etapa con 32 segundos de ventaja por delante del finlandés Kankkunen, su rival y a la postre verdugo, el motor de su Toyota se sobrecalentó varias veces -tenía que ponerle agua continuamente-, y le provocó dos salidas de pista y un retraso de casi seis minutos. "Contra la mala suerte no se puede hacer nada", comentó entonces Sainz, que corrió la última etapa "como si fuese un taxista".
En 1994 la desgracia se le apareció de nuevo en ese rally, pero un poco más tarde, en la última etapa. Un trompo en una curva tomada a demasiada velocidad entregó el título a Auriol. El español iba segundo, el puesto que necesitaba para ganar. "He sentido rabia, lo teníamos tan cerca...".
El lunes, la mala suerte le hizo el más difícil todavía: una biela frenó en seco su coche a 700 metros de la meta. Tenía, como siempre, el título en la mano. "Más cruel no ha podido ser", dijo Sainz esta vez.
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