Entre la parodia y el 'show'
Es una obrita famosa que anda por el mundo con mucho éxito, a partir de Londres, donde se inventó. Encierra la cómica idea de que todo Shakespeare se puede representar en un rato y hasta se establece una valiosa doctrina en el prólogo: todos los escritores dicen siempre lo mismo y todos copian a sus anteriores las situaciones, los caracteres, y si se prescinde de lo adjetivo o de lo decorativo, todo se queda en poca cosa. Claro, que no es verdad: pero se puede aceptar siempre todo lo que se proponga como un punto de partida para una experiencia. Para otra cosa totalmente distinta de la que se ofrece.No conozco el original inglés.Supongo que adaptadores, directores e intérpretes habrán hecho aquí un gran trabajo de adecuación no sólo al público, sino al actor. O sea, a Gurruchaga, a quien acompañan dos compañeros que trabajan bajo presión, velocidad y ritmo. Lo que se ha conseguido es, en parte, una parodia: en parte muchísimo mayor, un show. Se sabe qué tipo de espectáculo: el de la personalidad de este gran personaje de la burla, de la huida de la sociedad constituida. Hoy ya hay gente más deslenguada que Gurruchaga. Bastante. Pero un público joven le sigue y se ríe a carcajadas con su parodia, participa, aplaude y grita, lleva el compás de las canciones que interpreta en inglés, en ese inglés que él hizo característico. El domingo estaba lleno el Teatro Lara. Gurruchaga y sus compañeros fueron coreados y ovacionados. Es un buen regreso para el showman.
Las obras de Shakespeare (abreviadas)
Long, Singer y Winfield. Versión española de M. Á. Conejero y Jenaro Talens. Intérpretes: Javier Gurruchaga, Josu Ormaetxe, Fernando Albizu. Escenografía: Damián Galán. Director artístico: John Patrick Walker. Teatro Lara. Madrid
Babelia
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