La belleza está en la cicatriz
KOLDO UNCETA Aunque uno se reconoce lego en la cosa del Derecho, nunca había oído que la judicatura tuviera entre sus competencias la definición de determinados criterios estéticos sobre la belleza femenina. Los concursos en los que desfilan una serie de señoras en busca de un pasaporte para la fama, mediante su nombramiento como Miss Barakaldo, Miss Asturias, o Miss Universo supongo que tendrán sus jueces, los cuales dictaminarán cual o cuales de las concursantes con más sexy o más atractivas. Pero esos jueces, pensaba yo, no tendrán nada que ver con los de verdad, con los que juzgan en los tribunales, dictan sentencias, imponen sanciones, y mandan gente a la cárcel. Sin embargo, la sentencia dictada por un juez de la localidad granadina de Almuñécar podría decirse que está a caballo entre una resolución judicial y el fallo de un jurado en un concurso de belleza. El caso es que una joven, víctima de un accidente de tráfico, había reclamado una indemnización por los daños y perjuicios generados por las secuelas de aquél, concretadas en una cicatriz "en la parte alta del muslo". Pues bien, el juez decidió en su sentencia rebajar considerablemente la suma reclamada, razonando entre otras cosas que, "viendo la belleza y el atractivo de la persona, la ligera curvatura y redondez que adquiere el muslo derecho en su parte superior [debido a la cicatriz] pudiera, para algunas personas, constituir un elemento de atracción". Es decir, que, en opinión de su señoría, la petición de la demandante no venía a cuento, y contenta debe de haberse quedado ésta de que al final no le hayan condenado a pagar, dado el beneficio corporal recibido en forma de cicatriz. Sería interesante conocer más datos sobre la personalidad del juez en cuestión. Saber, por ejemplo, si su atracción por las cicatrices tiene relación con algún amor platónico sufrido en silencio durante su juventud. O si, por el contrario, su señoría hizo la mili en la Legión en donde cultivó la pasión por los tatuajes y la admiración por las cicatrices de esos tíos duros curtidos en mil batallas. O quién sabe si antes que juez fue banderillero, y esconde bajo la toga un cuerpo marcado que levanta pasiones entre algunas jovencitas, lo que le habría hecho pensar, en justa correspondencia, en las ventajas obtenidas por la demandante como consecuencia del afortunado accidente. Sea como fuere, lo cierto es que el juez en cuestión ha sido fuertemente contestado por colectivos feministas y asociaciones ciudadanas de diverso tipo, al tiempo que se ha anunciado la presentación de recursos contra la sentencia. Es de esperar que éstos prosperen, con lo que los argumentos de su señoría no sentarían jurisprudencia. Algo que, por otra parte, lamentarán con toda probabilidad las compañías aseguradoras, que ya se estarían frotando las manos de sólo pensar en los buenos ahorros que les proporcionaría la nueva interpretación judicial sobre las cicatrices. Por el contrario, los cirujanos plásticos respirarán tranquilos si la sentencia finalmente no se hace firme, pues de prosperar las tesis iniciales de la misma, parte de su futuro profesional se vería seriamente amenazado. En fin, ya se sabe que nunca lleve a gusto de todos. Entretanto, cabe suponer que los organizadores de concursos de belleza de Granada y alrededores hayan tomado buena nota de las sesudas reflexiones del juez de Almuñécar, y que su señoría pase a ser un fijo en los jurados de tan interesantes eventos.
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